En cuanto a lo de asquerosos, el propio McNiece explicaba que se pusieron el mote porque iban siempre muy sucios a causa del continuo entrenamiento y decidieron no asearse ni afeitarse más que ocasionalmente, una vez a la semana y gracias. Tenían asimismo a gala no lavar nunca sus uniformes. Camorristas, borrachines, rudos e indisciplinados, los Trece Asquerosos se jactaban de no saludar jamás a los mandos y de no respetar ninguna de las convenciones militares que no atañeran directamente al combate. Todo lo que no tuviera que ver con matar alemanes les parecía irrelevante. Eran el terror de la policía militar, se les degradaba constantemente (McNiece bromeaba que no estaba seguro de qué rango había alcanzado) y pasaban en el calabozo buena parte del tiempo que no estaban luchando.
Un tipo curioso hasta el final, el pequeño de varios hermanos, se hizo bombrero, terminó alistado por una pelea donde casi mata a un hombre en un bar en 1942 y luego, como sargento, dirigió a este peculiar grupo. Él decía que no sabía con que rango había terminado en el ejército. Ya finalizada la guerra trabajó 28 años en en el Servicio Postal en Ponca City. Nunca se olvidó de los veteranos.