A mitad de 1944, la aviación aliada castiga duramente las plantas de refinamiento de combustible sintético alemanas. Esto supone un duro revés para la producción armamentística del III Reich, y conlleva un sinfín de contratiempos. Como ejemplo, las cadenas de montaje de bombarderos que tenían que surtir a la Luftwaffe han de parar su producción, puesto que los aviones no tienen ni combustible para realizar sus vuelos de prueba una vez ensamblados. Eso produjo que muchos de esos aparatos tuvieran que ser desmantelados para poder aprovechar sus motores. Paradójicamente, Göring había ordenado la construcción de los bombarderos por delante de los cazas, lo cual supuso que hubieran menos aparatos disponibles para realizar la defensa de dichas refinerías de combustible.