lunes, 29 de abril de 2013

Cita con la historia

"Con el puño cerrado no se puede dar un apretón de manos". Indira Ghandi

sábado, 20 de abril de 2013

La Wermacht y la 'revuelta silenciosa' danesa

El 9 de Abril de 1940, las fuerzas alemanas entran en Dinamarca y la invaden sin tener casi oposición por parte del ejército ni de la población civil. Fue una operación relativamente rápida que no supuso graves contratiempos para el ejército alemán. En ese momento se inicia una revuelta silenciosa que se organiza en forma de resistencia y que intenta luchar contra el invasor de diversas formas.



Una de las más curiosas fue la de ignorar por completo a los soldados alemanes. Se propusieron darles el mismo trato que si fueran fantasmas: Simulaban no verles, no les hablaban…etc. para mostrar así su rechazo hacia ellos. Un buen día, un soldado que hacía guardia en una garita que le cubría de cintura para abajo, advirtió que la gente que pasaba por delante de él sonreía. No era un saludo amistoso, sino el hecho que alguien había colocado un letrero donde se podía leer : “No llevo pantalones”.



Fuente:

jueves, 18 de abril de 2013

Operación Weserübung: cae Dinamarca

La toma de Dinamarca estaba planificada dentro de la Operación Weserübung, en la que se pretendia tomar Noruega y Dinamarca.Esta operacion se iniciaria el 1 de marzo por orden de Hitler, pero será ejecutada el 9 de abril cuando los alemanes cruzaron la frontera danesa violando su neutralidad. La invasion de Dinamarca, fue motivada porquwe desde ella se podia invadir también Noruega y utilizarla como base para sus ataques aereos sobre Inglaterra y asegurar el suministro de hierro con Suecia.


Desde el 4 de abril había sospechas de que iba a haber una invasion sobre Dinamarca pero el gobierno no quiso movilizar sus tropas para que los alemanes no tomaran represalias.Un oficial aleman que era anti-nazi perteneciente al OKW, informó a los paises afectados, pero estos no hizieron caso. El 8 de abril los barcos alemanes empiezan a cruzar las aguas danesas. A las 4 de la madrugada del dia 9 el embajador alemán en Dinamarca, Renthe-Fink llamó al Ministro de Relaciones Exteriores danés Munch y pidió una entrevista urgente. Cuando se reunieron, veinte minutos después se le notificó a Munch que en aquel momento las tropas alemanas estaban entrando a su país. Se le dijo que se había hecho esto para proteger a Dinamarca de una invasión anglo-francesa y se le exigió que no ofrecieran resistencia y que se abriera el dialogo a las autoridades alemanas, amenazando con que de lo contrario se bombardearía Copenhague.

El General de Infantería Nikolaus von Falkenhorst estaba al mando de la 170ª y la 198ª Divisiones de Infantería alemanas. Se planeó que la 198ª División ocuparía Selandia y las islas del sur, así como Copenhague, al mismo tiempo que paracaidistas tomarían la fortaleza de Masnesø y un puente cercano. Por su parte la 170ª División y dos compañías Panzer, con 36 carros en total, atravesarían de sur a norte la costa este de Jutland. Otros cuerpos avanzarían de forma paralela por la costa norte de Jutland para asistir a los paracaidistas que estarían ocupando los aeropuertos. Como apoyo, avanzarían unos 70 Panzer, varios batallones de ametralladoras, artillería pesada y baterías antiaéreas, además de tres trenes blindados. La Luftwaffe proveió 10 escuadrones de cazas y 10 escuadrones de bombarderos, totalizando 250 aparatos.

Invasion por aire:
 A las 05:25  cazas alemanes ya habían llegado al aeródromo de Værløse, donde estaba toda la fuerza aérea danesa, que no era mucha. En ese momento los aviones estaban calentando, por lo que en cuestión de minutos se pudo neutralizar a toda la fuerza aérea de Dinamarca

A las 6:15 de la mañana del 9 de Abril de 1940, nueve Junkers  52 sobrevolaban el fortín costero danés de la isla de Masnedö. 
Unas figuras diminutas empezaron a caer de los aviones, segundos después, 100 paracaidas se abrían contra el plateado cielo del amanecer. Noventa y seis paracaidistas alemanes descendían flotando junto con una serie de cajas de metal con armas y munición extra. Así empezaba la primera operación de combate con paracaidas de la historia. Los centinelas del fortín se encontraron con pistolas alemanas apuntándoles la cabeza antes de que pudieran caer en la cuenta de que estaban en guerra. El resto de la guarnición del fuerte, sorprendido en pleno sueño, se rindió sin oponer resistencia.En un solo golpe y sin derramamiento de sangre, los alemanes se habían hecho con uno de los enlaces más importantes del reino danés. En una segunda operación aerotransportada en la misma mañana, un pelotón de paracaidistas de la Luftwaffe capturó dos bases aéreas estratégicas cerca de Aalborg, en la península danesa de Jutlandia. Una vez más la resistencia fue escasa.  Pero antes de que esta desigual batalla se prolongase, varias formaciones de bombarderos Heinkel 111 y Dornier 17 pasaron rugiendo sobre la ciudad. No lanzaron ni una sola bomba, pero la clara conclusión de que la Luftwaffe podía fácilmente convertir a la hermosa Copenhague en otra Varsovia convenció al Rey de que la resistencia era inútil.
Fuentes : wikipedia, exordio, el gran capitan, mundoSGM.

lunes, 15 de abril de 2013

Cita bélica

"El nuestro es un mundo de gigantes nucleares e infantes éticos. Sabemos más de la guerra que de la paz, de matar que de vivir".

General Omar Bradley

sábado, 13 de abril de 2013

El mapa del horro nazi se agranda

Existen los grandes e infames nombres que siempre conformaron la cartografía del horror: Auschwitz, Dachau, Treblinka, Varsovia. Y luego viene el vasto e interminable universo de grandes, medianos o pequeños campos de concentración y guetos que formaron el corazón del régimen nazi. Ahora, un estudio elaborado por investigadores del Museo del Holocausto de Estados Unidos en Washington ha cifrado en 42.500 los centros de la tortura, el sufrimiento y la muerte pensados y puestos en marcha por los nazis.

El total es tan inmensamente superior al que se creía hasta ahora que puede que la historia del Holocausto esté a punto de ser reescrita. De hecho, el hallazgo realizado por Geoffrey Megargee y Martin Dean —principales responsables del proyecto— es de tal envergadura en los números que aporta que ha caído como una auténtica bomba entre los especialistas del horror nazi y la solución final.

Según Megargee y Dean, entre 15 y 20 millones de personas murieron o fueron prisioneras en algunas de las instalaciones que el régimen nazi creó en Alemania o en sus países ocupados desde Francia a Rumanía, y que ahora se identifican en una gran enciclopedia cuyo último volumen está previsto que vea la luz en 2025. Los lugares ahora documentados no solo incluyen centros de la muerte, sino también 30.000 campos de trabajo forzado, 1.150 guetos judíos, 980 campos de concentración, 1.000 campos de prisioneros de guerra, 500 burdeles repletos de esclavas sexuales para los militares alemanes y miles de otros campos cuyo uso era practicar la eutanasia en los ancianos y enfermos, practicar abortos y germanizar a los prisioneros.

Hartmut Berghoff, director del Instituto Histórico Alemán en Washington, explica que cuando el Museo del Holocausto comenzó esta meticulosa investigación, “se creía que el número de campos y guetos estaba en los 7.000”. Partes enteras de la Europa en guerra se convirtieron en agujeros negros de muerte, tortura y esclavismo con la creación de campos y guetos durante el reinado de brutalidad de Hitler entre 1933 y 1945. “Ahora sabemos cómo de densa fue esa red, a pesar de que muchos campos fueran pequeños y tuvieran una vida corta”, explica.

Partes enteras de la Europa en guerra se convirtieron en agujeros negros de muerte, tortura y esclavismo con la creación de campos y guetos durante el reinado de brutalidad de Hitler entre 1933 y 1945.

En un principio, los campos se construyeron para encerrar a los oponentes políticos del régimen, pero a medida que el nazismo se extendía como un cáncer por Europa, no solo se dio caza a los judíos sino también a gitanos, homosexuales, polacos, rusos, comunistas, republicanos españoles… Dependiendo de las necesidades de los nazis, los campos y los guetos variaban de tamaño y de organización, concluye el estudio.

El mayor gueto de triste fama es el de Varsovia, que durante su mayor ocupación albergó a 500.000 personas. El campo más pequeño identificado ahora por los investigadores del Museo del Holocausto tenía a una docena de personas realizando trabajos forzados en München-Schwabing (Alemania).
La investigación se ha alargado 13 años, a lo largo de los cuales las cifras del horror fueron creciendo sin parar a manos de los especialistas... hasta llegar a esos 42.500. El mapa que dibujan estos números ofrece una fotografía en la que literalmente no se podía ir a ningún lugar de Alemania sin encontrarse con un campo de trabajo o de concentración.

Durante años, muchos investigadores han centrado su trabajo en sacar a la luz a todas las víctimas del Holocausto, que muchos consideraban que era muy superior a la que se cita en los libros de texto. El número de judíos víctimas del nazismo se cifra en seis millones.

El hallazgo es un argumento más para combatir a los revisionistas y negacionistas del Holocausto
La investigación no solo abre la puerta a un nuevo capítulo de lo que la terminología nazi denominó la solución final, sino que posibilitará a los supervivientes del Holocausto presentar demandas o recuperar propiedades que les fueron robadas. Hasta la fecha, muchas peticiones a las compañías de seguro eran rechazadas porque las víctimas decían haber estado en un campo del que no se tenía registro. Eso acaba de cambiar. Aunque en opinión del profesor Berghoff, decir que la historia se va a reescribir sería “una exageración”. “La historia del Holocausto y su dimensión ya se conoce de sobra. Pero estamos sabiendo nuevos detalles, lo que es muy importante y deja los contornos mucho más claros”, apunta.

El trabajo ha recopilado documentación aportada por más de 400 investigadores e incluye también relatos de primera mano de las víctimas que describen con precisión cómo funcionaba el sistema y cuál era su propósito. Para algunos analistas, el hallazgo no solo es una herramienta fundamental para estudiosos y supervivientes sino un argumento más para combatir a los revisionistas y negacionistas del Holocausto.

El caso personal de Henry Greenbaum, superviviente del Holocausto, de 84 años y que vive a las afueras de Washington, queda recogido en la investigación del Museo. Es un claro ejemplo de la amplia variedad de sitios que los nazis utilizaron para aniquilar a los que consideraban enemigos de su doctrina. Greenbaum pasa hoy sus días mostrando el Museo del Holocausto a los visitantes. En su brazo está tatuado el número que el régimen le asignó: A188991. Su primera reclusión fue en el gueto de Starachowice (en su Polonia natal), donde los alemanes le encerraron a él y a su familia junto a otros habitantes judíos en 1940. Greenbaum tenía entonces 12 años.

Su familia fue enviada a morir en el campo de Treblinka, mientras él y su hermana fueron destinados a un campo de trabajos forzados. Su siguiente destino fue Auschwitz, de donde fue sacado para trabajar en una fábrica —también en Polonia— y después enviado a otro campo de trabajo en Flossenbürg, cerca de la frontera checa. Con 17 años, Henry Greenbaum había pasado por cinco encierros distintos e iba camino del sexto campo cuando fue liberado por los soldados norteamericanos en 1945.

Fuentes:

jueves, 11 de abril de 2013

Historia de un niño judío en Auschwitz

La tristeza de esta historia, la del niño judío Richard Frenkel, de poco más de dos años, que fue deportado a Auschwitz completamente solo, no tiene fin. Su breve existencia es un pequeño ejemplo, uno entre millones, de la represión nazi. ABC publicaba ayer los resultados del estudio más amplio hecho sobre el Holocausto, que multiplica por tres las consecuencias de la criminal planificación que provocó entre 15 y 20 millones de víctimas. Los campos, guetos y lugares de detención, tortura y asesinato sumaron más de 42.000, según las nuevas estadísticas documentadas por el Museo Memorial del Holocausto de Washington.
Quien ha rescatado la historia de este niño y su familia del olvido es el Yad Vashem, el Lugar de los Nombres, el museo con una de las más difíciles misiones del mundo: mantener viva la memoria y los nombres de aquellos que el huracán de odio nazi trató de borrar. Richard Frenkel era un niño hermoso, que había nacido en un mundo en guerra, en 1940, de una pareja formada por Nissan Frenkel y Ester Horonczyk. En sus ojos brillaba una esperanza. En la página web de Yad Vashem hay una exposición online que ha reunido todas las pistas y fragmentos que su pequeña y valiosa vida dejó, siguiendo el destino de sus padres.
 

Vida nueva y truncada en París

La historia arranca en Polonio donde vivían los Horonczyk. A la muerte de la madre de Esther, decidieron probar una nueva vida y viajaron a París, donde fundaron una floreciente sastrería y ampliaron la familia. Sin embargo, allí les atropellaría la guerra. La represión los destrozó más allá de lo que nadie, y mucho menos ellos, hubiera podido imaginar.
En medio del torbellino de detenciones y deportaciones que siguieron a la invasión nazi de Francia, casi toda la familia acabó recluida en centros de detención y de tránsito como los de Drancy y Pithiviers. Centros que son solo dos de esos 42.500 documentados ahora por el nuevo estudio de Washington y desde donde tantos fueron conducidos a la muerte. Allí, en suelo francés, con mayor o menor rapidez, el destino fue cebándose con miles de vidas. De toda la amplia familia de los Horonczyk que había viajado a París, apenas se terminó salvando una de las tías de Richard, el niño de nuestra historia: se trata de Leah, la hermana de Esther, su hijo Raphael y su marido Solomon. Solo ellos.
Solomon sí pudo escapar de Pithiviers, ponerse a salvo en un pequeño pueblo junto a su esposa e hijo y tener, después de la guerra otros dos hijos gemelos. No tuvo la misma suerte Nissan Frankel, el padre de Richard y esposo de Esther, quien vio interrumpida su feliz vida. En cuestión de semanas, Nissan fue deportado a Beaune-la-Rolande y de allí, en junio de 1942 a Auschwitz, donde fue asesinado, junto a dos de sus cuñados que viajaban en el mismo transporte.

La detención de Esther y Richard

Y llegó el día que detuvieron a Esther y a su hijo Richard de tan solo 2 años. Fue el 17 de julio de 1942, y toda la familia lo supo por Fanny Korman, una prima de Richard, de 6 años de edad, que fue corriendo a decirlo a casa de los Horonczyk. El abuelo, Shimon, bajó a la calle, nada más conocer la noticia y suplicó a los policías franceses que le detuviesen a él en lugar de a su nieto. Los agentes le espetaron que esperase unos días, que vendrían a por él. Y así fue. Trasladado a Pithiviers, y luego a Drancy, fue deportado a Sobibor, uno de los campos de la muerte, donde fue asesinado.
Esther y su hijo estuvieron poco tiempo juntos en Pithiviers. El 7 de agosto, ella fue obligada a subir a un infame vagón con destino al infierno de Auschwitz. No es difícil imaginar su angustia al ser forzada a abandonar a su hijo, con poco más de dos años. Completamente desamparado, Richard compartía su penoso destino con otros 1.800 niños cuyos padres habían salido ya amontonados como ganado en los trenes hacia las cámaras de gas. Asomarnos a la angustia de ese niño, y multiplicarlo por los otros 1.800 infantes que allí esperaban junto a él, hace que nuestra imaginación pise cristales.

Última carta, arrojada desde el tren

El Yad Vashem conserva un trozo de papel que Esther Frenkel alcanzó a arrojar desde el interior del vagón. Una cuartilla amarillenta escrita con lapiz y palabras caóticas, las más angustiosas palabras que una madre haya escrito jamás. Dice así:

Historia de un niño judío que fue llevado completamente solo a Auschwitz
Yad Vashem
La carta arrojada desde el tren



Queridos míos: ayer en el último minuto me llamaron para el traslado. Me han subido al tren. Y no sé que ha sido de mi Richard. Él está todavía en Pithiviers. ¡¡¡Salvad a mi niño, a mi bebé inocente!!! Cómo estará llorando. Nuestro sufrimiento no es nada. Salvad a mi Richard, a mi pequeño querido. Yo no puedo escribir. Mi corazón, mi Richard, mi vida, está lejos, y nadie le está protegiendo, a mi pequeño de dos años. ¡Morir, deprisa, oh niño mío! Devolvedme a mi Richard. Esther"
Deprisa... tal vez sea la palabra. Pero el tiempo debió pasar demasiado lento para el niño, los días velados por las lágrimas, entre desconocidos, perdido en aquel lugar de un mundo en guerra. Hasta que llegó el 15 de agosto y Richard sufrió otra mudanza. De Pithiviers a Drancy. Allí otra vez la espera, sintiéndose de nuevo perdido, quien sabe si a lo mejor ajeno a su triste destino.
Deprisa el tiempo, demasiado deprisa, consumía su pequeña vida, ahogada en aquel mar violento. El 10 septiembre, unas pocas semanas, nada más, desde su llegada a Drancy, y sin que hubiera podido encontrar a nadie conocido, Richard Frenkel subió al tren que le llevaba a término.
Aquel fatídico transporte 31 llevaba a Auschwitz a mil personas. Amontonados en vagones de ganado después de mil penurias. Entre ellos, todos extraños y todos hermanos, viajaban 171 niños. Entre ellos, perdido, el pequeño Richard Frankel. Ya no tuvo ni una oportunidad. De todo el transporte solo 380 personas pasaron la selección que les concedería un epílogo mísero de esclavos. El resto fueron directamente a la cámara de gas.
Presa del terror, desnudo, desorientado, girando en la oscuridad de un odio incomprensible, buscando tal vez calor entre los famélicos cuerpos de cientos de extraños, en el sitio exacto en el que habían caído asesinados su padre, primero, y su madre, después; llegó allí, presa de la misma angustia, una angustia de plomo para un niño tan pequeño, cuando las duchas exhalaron su veneno y se llevaron su vida.

domingo, 7 de abril de 2013

El soldado aleman ideal del III Reich

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Captura del documental “Los soldados judíos de Hitler”.
Werner Goldberg, el “soldado alemán ideal”.


Este es el soldado alemán Werner Goldberg. En el año 1939 la edición dominical de un periódico, el Berliner Tageblatt, lo describió como “El soldado alemán ideal” y su imagen se utilizó en una campaña de reclutamiento de la Wehrmacht. Sirvió en el ejército alemán hasta 1940, año en que fue expulsado a causa de su apellido Goldberg, pues Werner Goldberg, el soldado alemán ideal, era de origen judío.

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Captura del documental “Los soldados judíos de Hitler”.
Werner Goldberg brindando su testimonio.

Goldberg? Ese nombre… tu eres ario? [me preguntaron]
No sé lo que es.
Te digo que te levantes, ¡tú no eres ario!
Y yo [contesté]: tendré que preguntarle a mi padre.


Werner Goldberg recibió una educación luterana, no descubrió que su padre era judío hasta que el director de la escuela, miembro del partido nazi, entró a su clase y separó a los alumnos judíos de los arios.
[i Fui a casa y le pregunté a mi padre que era ario y que no era ario y todo eso, y él me dijo que sí, que nuestra familia era judía. Y le dije, tú no eres judío, y me dijo no, yo soy cristiano, me hice cristiano en 1902. Pero nunca hablábamos de eso, hablábamos de la historia judía y del antiguo testamento, pero claro eso era común con el cristianismo, pero nunca hablamos de la raza, de que raza íbamos a hablar?, éramos todos alemanes.[/i]


Ya en la adolescencia, Werner Goldberg no quiso unirse a las Juventudes Hitlerianas porque tenía que llevar una gorra y brazalete con la esvástica.
Estaba en los boy scouts, y en ellos funcionaba las Juventudes Hitlerianas. Un día me dijeron que tenía que ponerme la esvástica, yo dije que no, y entonces me dijeron que me tenía que ir.


Inevitablemente iniciada la guerra, Werner Goldberg formaba parte de la Wehrmacht; y como costumbre generalizada se hizo tomar una fotografía de estudio vistiendo el uniforme. Nada habría sido fuera de lo común si aquella fotografía suya no hubiera aparecido en un periódico de Berlín. El fotógrafo de su unidad militar había vendido aquella imagen.
Pensé que sería imposible que el fotógrafo vendiera mi foto para aquello, pero que podía hacer yo, tuve que dejarle hacerlo.


Con la guerra marchando al ritmo que imponía Alemania, en 1940 se solucionaron todas aquellas lagunas jurídicas que permitían a los mitad judíos servir en el ejército, lo cual significó licenciar a muchos de ellos. Pero a Werner Goldberg se le ofreció la oportunidad de permanecer en la Wehrmacht.
Sí, pero puedes quedarte si quieres me dijeron; entonces me acordé de las palabras de mi padre cuando decía: si nadie te quiere en un sitio, no te quedes ahí. Así que escuché la voz de mi padre y me fui.


Ya en la vulnerable vida civil, Werner Goldberg tuvo que rescatar a su padre hasta en tres ocasiones de la Gestapo.
Dos agentes de las SS cogieron a mi padre en el tranvía y se lo llevaron en una ambulancia que decía ‘Ambulancia de las SS’. Yo les dije que quería ver a mi padre, pero me contestaron que era imposible, que era prisionero de la Gestapo.


En Nochebuena, cuando todos los guardias estaban en una fiesta, Goldberg rescató a su padre de un hospital alemán que servía a la vez como centro de detención.
Resulta que ahí no había nadie, solamente una monja, y yo le dije me voy a llevar a mi padre, es posible? Bueno, usted verá [contestó]. Y lo metí a un taxi y me lo llevé a casa.


En abril de 1943, para celebrar el cumpleaños de Hitler, los líderes alemanes decidieron hacerle un regalo y liberar a Berlín de todas las personas con ascendencia judía que aun vivían en esta ciudad. El padre de Werner Goldberg volvió a ser arrestado y conducido al centro de detención de judíos ubicado en la avenida Rosenstrasse. Las familias de los detenidos se concentraron en el parque del otro lado de la calle a la espera de noticias de sus allegados, esta se consideró después la primera protesta que se hizo jamás durante el régimen nacionalsocialista.
“Una mañana en la que estaba yo ahí, me acerqué a un coche abierto de las SS, y en el asiento delantero iba un antiguo compañero de mi clase, me acerqué al cordón policial y le tomé del brazo y le dije: Gerhard gracias a Dios estas aquí. Qué pasa? -me dijo-; mi padre está aquí le contesté, me dijo que estaba de suerte porque él era el jefe ahí. Me dio su tarjeta y me dijo que le llamara por la noche. No puedo irme de aquí le dije yo, y me contestó que sí, que me fuera y que le llamara por la noche. Aquella noche le llamé y me dijo por teléfono que mi padre regresaría muy pronto a casa, y a la mañana siguiente ahí estaba”.


A excepción de su padre, toda la familia de Werner Goldberg pereció en el Holocausto. Tras la guerra, Goldberg intentó ayudar a sus vecinos en el nuevo periodo en que entraba Alemania; contribuyó a la reconstrucción de su barrio en Berlín, organizó un comedor popular con la comida que hurtaba al ejército soviético e incluso creó un cuerpo de bomberos. Más tarde participó activamente en la política alemana, luchando por la democracia y los derechos de las minorías. Llegó a ser concejal y fundó su propio partido político. Fue uno de los primeros impulsores de las leyes que proporcionaban reparaciones a los judíos y a otras comunidades que habían sufrido a manos del régimen nacionalsocialista.

Hasta su muerte en el año 2004, Werner Goldberg trabajó para potenciar la democracia en Alemania. Teniendo en cuenta todo lo que consiguió, tal vez sí que fuera el soldado alemán ideal.

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Captura del documental “Los soldados judíos de Hitler”.


Fuente de la información e imágenes:
“Los soldados judíos de Hitler”. IBA, 2006. Transmitido por History Channel.