La tristeza de esta historia, la del niño judío Richard Frenkel, de poco más de dos años, que fue deportado a Auschwitz completamente solo, no tiene fin. Su breve existencia es un pequeño ejemplo, uno entre millones, de la represión nazi. ABC publicaba ayer los resultados del estudio más amplio hecho sobre el Holocausto, que multiplica por tres las consecuencias de la criminal planificación que provocó entre 15 y 20 millones de víctimas. Los campos, guetos y lugares de detención, tortura y asesinato sumaron más de 42.000, según las nuevas estadísticas documentadas por el Museo Memorial del Holocausto de Washington.
Quien ha rescatado la historia de este niño y su familia del olvido es el Yad Vashem, el Lugar de los Nombres, el museo con una de las más difíciles misiones del mundo: mantener viva la memoria y los nombres de aquellos que el huracán de odio nazi trató de borrar. Richard Frenkel era un niño hermoso, que había nacido en un mundo en guerra, en 1940, de una pareja formada por Nissan Frenkel y Ester Horonczyk. En sus ojos brillaba una esperanza. En la página web de Yad Vashem hay una exposición online que ha reunido todas las pistas y fragmentos que su pequeña y valiosa vida dejó, siguiendo el destino de sus padres.
Vida nueva y truncada en París
La historia arranca en Polonio donde vivían los Horonczyk. A la muerte de la madre de Esther, decidieron probar una nueva vida y viajaron a París, donde fundaron una floreciente sastrería y ampliaron la familia. Sin embargo, allí les atropellaría la guerra. La represión los destrozó más allá de lo que nadie, y mucho menos ellos, hubiera podido imaginar.
De la gran familia Horonczyk, apenas se salvaron unas pocas vidas
Su padre, Nissan, murió junto a dos cuñados en Auschwitz
Solomon sí pudo escapar de Pithiviers, ponerse a salvo en un pequeño pueblo junto a su esposa e hijo y tener, después de la guerra otros dos hijos gemelos. No tuvo la misma suerte Nissan Frankel, el padre de Richard y esposo de Esther, quien vio interrumpida su feliz vida. En cuestión de semanas, Nissan fue deportado a Beaune-la-Rolande y de allí, en junio de 1942 a Auschwitz, donde fue asesinado, junto a dos de sus cuñados que viajaban en el mismo transporte.
La detención de Esther y Richard
Y llegó el día que detuvieron a Esther y a su hijo Richard de tan solo 2 años. Fue el 17 de julio de 1942, y toda la familia lo supo por Fanny Korman, una prima de Richard, de 6 años de edad, que fue corriendo a decirlo a casa de los Horonczyk. El abuelo, Shimon, bajó a la calle, nada más conocer la noticia y suplicó a los policías franceses que le detuviesen a él en lugar de a su nieto. Los agentes le espetaron que esperase unos días, que vendrían a por él. Y así fue. Trasladado a Pithiviers, y luego a Drancy, fue deportado a Sobibor, uno de los campos de la muerte, donde fue asesinado.
No es difícil imaginar la angustia de su madre, obligada a abandonarle
Esther y su hijo estuvieron poco tiempo juntos en Pithiviers. El 7 de agosto, ella fue obligada a subir a un infame vagón con destino al infierno de Auschwitz. No es difícil imaginar su angustia al ser forzada a abandonar a su hijo, con poco más de dos años. Completamente desamparado, Richard compartía su penoso destino con otros 1.800 niños cuyos padres habían salido ya amontonados como ganado en los trenes hacia las cámaras de gas. Asomarnos a la angustia de ese niño, y multiplicarlo por los otros 1.800 infantes que allí esperaban junto a él, hace que nuestra imaginación pise cristales.
Última carta, arrojada desde el tren
El Yad Vashem conserva un trozo de papel que Esther Frenkel alcanzó a arrojar desde el interior del vagón. Una cuartilla amarillenta escrita con lapiz y palabras caóticas, las más angustiosas palabras que una madre haya escrito jamás. Dice así:
Queridos míos: ayer en el último minuto me llamaron para el traslado. Me han subido al tren. Y no sé que ha sido de mi Richard. Él está todavía en Pithiviers. ¡¡¡Salvad a mi niño, a mi bebé inocente!!! Cómo estará llorando. Nuestro sufrimiento no es nada. Salvad a mi Richard, a mi pequeño querido. Yo no puedo escribir. Mi corazón, mi Richard, mi vida, está lejos, y nadie le está protegiendo, a mi pequeño de dos años. ¡Morir, deprisa, oh niño mío! Devolvedme a mi Richard. Esther"
El tiempo debió pasar demasiado lento para el niño
Deprisa el tiempo, demasiado deprisa, consumía su pequeña vida, ahogada en aquel mar violento. El 10 septiembre, unas pocas semanas, nada más, desde su llegada a Drancy, y sin que hubiera podido encontrar a nadie conocido, Richard Frenkel subió al tren que le llevaba a término.
Ya no tuvo ni una oportunidad al llegar a Auschwitz
Presa del terror, desnudo, desorientado, girando en la oscuridad de un odio incomprensible, buscando tal vez calor entre los famélicos cuerpos de cientos de extraños, en el sitio exacto en el que habían caído asesinados su padre, primero, y su madre, después; llegó allí, presa de la misma angustia, una angustia de plomo para un niño tan pequeño, cuando las duchas exhalaron su veneno y se llevaron su vida.