"Sentí que un estremecimiento de excitación recorría mi espina dorsal. Nunca me he sentido tan orgulloso. Entraron, y nos quedamos horrorizados. Todos los hombres tenían barba de una semana. Sus uniformes estaban desgarrados y sucios, y de todos ellos emergían mugrientos vendajes empapados de sangre. Lo más terrible eran sus ojos..., enrojecidos, hundidos, mirando desde rostros tensos y cubiertos de barro, macilentos por la falta de sueño, y sin embargo, entraron con aire arrogante y altivo. Parecían lo bastante bravos como para apoderarse del lugar en aquel mismo instante."