sábado, 2 de febrero de 2013

Rendición en Stalingrado: 31 de enero de 1943

La rendición del mariscal de campo Friedrich Paulus aconteción un 31 de enero de 1943 pero bolsas de resistencia alemana añun combatieron dos días más, hasta el 2 de febrero, fecha oficial de la rendición y caída del IV Ejército alemán y VI Panzer.
Comandantes
El Eje
Unión Soviética: Friedrich Paulus Vassili Chuikov, Erich von Manstein Aleksander Vasilyevsky, Hermann Hoth Gregori Zhukov, Petre Dumistrescu Semyon Timoshenko, Constantin Constantinescu Konstantin Rokossovsky, Italo Garibaldi Rodion Malinovsky, Gusztav Jany Andrei Yeremeneko

Soldados
EL EJE
Sexto Ejército Alemán (600.000 hombres)
Cuarto Ejército Panzer
Tercer Ejército Rumano
Cuarto Ejército Rumano
Segundo Ejército Húngaro
Octavo Ejército Italiano

UNION SOVIETICA
1 millón 700.000 hombres en total, repartidos por el Frente de Stalingrado, el Frente del Don y el Frente Suroeste

Bajas
EL EJE:
740.000 muertos y heridos
110.000 prisioneros de guerra

UNION SOVIETICA:
750.000 muertos, heridos y prisioneros
Más de un millón de civiles de Stalingrado muertos

Soldados y civiles pagaron la paranoia de sus dirigentes, mas preocupados de cómo quedaría su nombre en la historia que de la vida de sus soldados. Hitler no quiso en ningún momento considerar la más mínima posibilidad de retirada, aunque todo indicara que era lo más acertado en cierto momento de la batalla. Tal empecinamiento hizo que a principios de noviembre de 1942 el VI Ejército al mando de Friedrich Paulus estuviera prácticamente sentenciado a la aniquilación, de una manera o de otra. Si seguía las ordenes de Hitler debería resistir hasta que cayera el ultimo hombre (lo cual es una solemne estupidez, dicha normalmente por oficiales que están a cientos de kilómetros de tal situación)
La otra alternativa era caer prisioneros de los rusos, cosa que no resultaba demasiado esperanzadora para ningún soldado alemán en el frente del este, dado el cruento desarrollo de le campaña de Rusia.

Los soldados rusos no tenían mejor panorama, temían tanto al enemigo como a sus propios oficiales, tan dados al “fusilamiento por cobardía ante el enemigo” para mantener la motivación de la tropa. La vida del soldado ruso preocupaba poco a sus mandos, lanzados en asaltos frontales y en tácticas de “uno por uno” eran masacrados a veces en operaciones de dudosa eficacia solo para ir desgastando al enemigo poco a poco o ganar unas decenas de metros a costa de cientos de bajas.
Las cifras de bajas de la batalla de Stalingrado son apabullantes. En el momento mas duro de la batalla las perdidas llegaron a ser de 4000 muertos diarios y no se donde leí una vez que la vida media de un zapador ruso en combate era de un minuto y medio. 250000 soldados del VI Ejército quedaron cercados en Stalingrado. Al final de la batalla fueron hechos 90000 prisioneros de los que solo 5000 volverían a casa. Para el ejercito ruso las perdidas no fueron nimias, mas de 800000 bajas entre muertos, heridos y prisioneros.
La población civil de Stalingrado fue la que mas sufrió, atrapada en medio de los dos ejércitos sufrió más de un millón de muertos a causa de los combates, el frío y el hambre y sin posibilidad de abandonar la ciudad.
Hoy en día, a punto de cumplirse 64 años del final de aquella matanza lo único que podemos hacer es imaginar lo que debió padecer todo aquel que hubiera vivido aquella situación y compadecerlo por tanto sufrimiento inútil, y por supuesto no olvidarlo…para no volver a repetirlo.

Fiedrich Paulus
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Generalleutnant Schmidt
jefe del estado mayor de Paulus









Las emisoras de radio nazis dicen la verdad por primera vez el 12 de enero de 1943. Suenan las cuatro primeras notas de la 5ª Sinfonía de Beethoven, las cuatro trágicas notas de “la llamada del Destino”. Luego, la voz afligida del locutor anuncia la —para los alemanes— increíble noticia: los ejércitos del general Paulus han sido rodeados en Stalingrado. Pero, por entonces, en el frente ruso se estaba hablando ya de rendición. Una “bolsa” de varios centenares de miles de soldados alemanes, en pleno invierno ruso, sin alimentos y sin armamento suficiente, han pasado de ser asediantes a asediados.

“Al principio, Stalingrado sólo era para nosotros un nombre en el mapa”, había afirmado el mariscal alemán Ewald von Kleist al finalizar la guerra. Lo que no podían intuir los soldados alemanes era la derrota y el horror con que se saldaría la batalla decisiva de la campaña de Rusia.

El día de la rendición, el 31 de enero de 1943, amaneció con un cielo sereno y un ambiente glacial: el termómetro marcaba 40 C bajo cero. Friedrich Paulus, comandante del VI Ejército alemán rodeado por los soviéticos en Stalingrado, yacía sobre una colchoneta junto a los oficiales de su Estado Mayor. A través de las bocanadas de humo del cigarrillo aparecía su rostro de barba crecida que le daba un aspecto de derrota, mientras la radio probablemente emitía el concierto para piano y orquesta K. 467 de Mozart.






Paulus admiraba a este austriaco genial, del mismo modo que unos meses atrás había admirado a otro célebre austriaco: Adolf Hitler. Pero en esos momentos, cuando faltaban pocos minutos para que el joven oficial soviético Elcenko penetrase en su refugio y se hiciese inevitable la rendición, su fe en el Führer se había desvanecido. La inflexible postura de Hitler de no tolerar la rendición había llevado a decenas de miles de soldados alemanes a la muerte. Y Paulus y sus oficiales no se sentían responsables de las atrocidades cometidas.
Ya en el verano de 1941, el ejército del Tercer Reich había penetrado en la Rusia europea y se había encontrado con que una parte de la población colaboraba, bien porque creía que la victoria del ejército invasor era un hecho, bien por la necesidad de alimentar a los más allegados, o en definitiva porque había conocido el mal trato bajo el régimen de Stalin. No obstante, el Partido Comunista de la Unión Soviética llevó a cabo una activa propaganda haciendo públicos los desmanes nazis y alentando el patriotismo, con lo que la resistencia de los rusos se endureció y Stalin logró que la población se agrupara en torno suyo.






Hitler estaba convencido de que la campaña de Rusia iba a ser casi un paseo, pero el plan de los alemanes de 1941, con su ofensiva a lo largo del frente, no había acabado ni con el Ejército Rojo ni con Stalin. El fracaso de la guerra relámpago comprometía a Alemania a una guerra prolongada en la que tenía que enfrentarse a tres grandes potencias industriales, entre ellas Estados Unidos, y mantener la lucha en dos frentes.
Por su parte, Stalin temía por los puntales de la gran potencia económica rusa: los yacimientos petrolíferos de Maikop, Grozny y Bakú estaban conectados con los centros de distribución a través de cuatro rutas, tres de las cuales habían llegado a ser controladas por el enemigo. Sólo quedaba la ruta del Volga y, si ésta caía en manos alemanas, la economía soviética se derrumbaría y el Ejército Rojo quedaría paralizado.
El ejército alemán tenía que establecer un flanco defensivo para protegerse de cualquier contraataque soviético, teniendo en cuenta la extensa zona que era necesario cubrir. Y el lugar perfecto para asentar el extremo oriental del flanco defensivo era Stalingrado.

El plan de operaciones fue presentado por el general Franz Halder, jefe del Estado Mayor del Cuartel General, y bautizado con la clave “Fail blau” (Ocaso Azul). Hitler aceptó el plan, pero insistió en redactar personalmente la orden, que llevaba fecha de 5 de abril de 1942. El Führer escribía: “Es fundamentalmente necesario unir todas las fuerzas disponibles para realizar la operación principal en el sector sur, con el objetivo de destruir al enemigo al oeste del Don, para posteriormente capturar las regiones petrolíferas del Cáucaso y cruzar su cordillera”. Y, más adelante, añadía: “De todos modos, debe intentarse llegar a Stalingrado o, por lo menos, eliminarla de la lista de centros industriales y de comunicación, sometiéndola a la acción de nuestras armas pesadas”.
El frente ruso recibió fuerzas impresionantes para la operación: para el norte (a lo largo del Don) disponía del IV Ejército Panzer (general Hermann Hoth); el VI Ejército (general Paulus) para el sur; I Ejército Panzer (general Von Kleist) y el XVII Ejército (general Ruoff); el XI Ejército (general Von Manstein) también estaría disponible una vez hubiera terminado las operaciones en Crimea y capturado la fortaleza de Sebastopol; finalmente, las fuerzas satélites estarían formadas por los ejércitos III y IV rumano, VIII italiano y II húngaro. En fin, las fuerzas totales alcanzarían la cifra de 89 divisiones, nueve de ellas acorazadas y todas ellas bajo el mando supremo del mariscal de campo Von Bock.
El ejército soviético estaba en inferioridad de condiciones excepto en lo que se refiere a carros de combate. Tanto la captura alemana de Crimea como el desastre de Barbenkovo habían significado una merma importante en hombres y armas.






El 23 de julio de 1942, Hitler había dado orden de conquistar simultáneamente el Volga y el Cáucaso, para luego marchar sobre Stalingrado, ciudad-símbolo que contaba con unos 600.000 habitantes y cuya actividad principal era la industria. Era, pues, difícil que el Ejército Rojo se dejase arrebatar esta ciudad. Prueba de ello es el celo con que se realizaron los cambios para organizar su defensa: las fuerzas del frente sur-oeste debían quedar absorbidas en el frente de Stalingrado, cuya formación se estaba llevando a cabo con los ejércitos de reserva del Stavka (Cuartel General). Este frente había quedado constituido el 12 de julio bajo el mando, al principio, del mariscal S. K. Timoshenko y, días más tarde, del general Gordov.
A partir del 17 de julio se empiezan a producir diversas escaramuzas y el 23 tiene lugar un ataque tan importante como mal dirigido. Al mismo tiempo, los alemanes penetraban por el sur, con lo que el Stavka daba órdenes a Gorlov en el sentido de reforzar las defensas meridionales. Como consecuencia, el frente de Stalingrado llegó a tener una longitud de 700 km, con las dificultades que ello comportaba.







Ante éstos y posteriores ataques, Stalin piensa en la necesidad de crear un nuevo frente en el sudeste, a cuyo mando colocará a Yeremenko, célebre estratega a quien se encomienda la detención de la ofensiva alemana. Mientras organiza un Cuartel General en Stalingrado, las tropas alemanas consiguen aproximarse a 30 km de la ciudad. El pánico hace presa en la ciudad del Volga y se hace necesario tomar medidas muy severas para apartar a la población civil de las carreteras, donde es muy intenso el tráfico militar. Se improvisan fuerzas a base de carros de combate, cañones anticarro y lanzacohetes Katyuska, que son enviados a enfrentarse con las tropas de Hoth en Abganerovo. Después de una sangrienta lucha, Yeremenko logró que Hoth desistiese de penetrar por el sur.
Ante la gravedad de la situación, Yeremenko es nombrado comandante supremo de los frentes de Stalingrado y del sudeste, debido a la dificultad de coordinación entre los jefes de ambos frentes; mientras, los alemanes ya han fijado el 25 de agosto como fecha límite para conquistar la ciudad. El día 23 debía comenzar la ofensiva desde el norte, el oeste y el sur.
En el momento convenido, las fuerzas de Hube emprendieron la marcha, arrollando las defensas soviéticas; y, por la noche, la ciudad ardía bajo el impacto de los ataques de la IV Flota Aérea. Incluso las mujeres trabajadoras habían improvisado la defensa, mientras Kruschev ofrecía a Yeremenko el servicio de las organizaciones del Partido y de las formaciones obreras; pero el empuje de las botas alemanas era arrollador. A la mañana siguiente, Stalingrado ofrecía un espectáculo dantesco: cientos de edificios en ruinas y millares de ciudadanos muertos. En los días sucesivos continuarán los ataques aéreos, con lo que se dificultará cada vez más la llegada de los transbordadores del Volga —cargados de suministros—, que en varias ocasiones saltarán por los aires.






Ante la gravedad de los acontecimientos, Stalin envió un mensaje al general Georgij K. Zukov, en los siguientes términos: «La situación en Stalingrado está empeorando. El enemigo se encuentra a unos 3 km de Stalingrado. Stalingrado puede caer hoy o mañana si el grupo norte de las fuerzas no le presta ayuda inmediata».
Se intentó organizar algún tipo de línea de defensa en el contorno de Stalingrado, a cuyo mando se colocó a Chuykov en sustitución de Lopetin, que había abandonado el campo de batalla con la moral desmoronada. Chuykov creía que el éxito de los alemanes radicaba en una buena coordinación de aviones, carros e infantería más que en una buena calidad de éstos. Por tanto, se trataba de minar dicha coordinación y de aplicar la lucha cuerpo a cuerpo, que tanta aversión provocaba en los alemanes.
Para poner en práctica sus planes, Chuykov solicitó y consiguió diez divisiones de infantería, dos cuerpos acorazados y ocho brigadas acorazadas.
Chuykov había planeado el ataque para el 14 de septiembre, pero los alemanes se adelantaron hasta llegar a la zona central de Stalingrado. La máxima preocupación radicaba en el peligro de que los alemanes capturaran la plataforma central de desembarque, con lo que los soviéticos no recibirían los refuerzos que habían solicitado. Varios carros fueron a bloquear las calles que conducían desde la estación del ferrocarril hasta la plataforma de desembarco. Durante toda aquella noche, el Cuartel General del LXII Ejército se mantuvo trabajando y transportando a los refuerzos, aunque no todos los hombres pudieron atravesar el Volga.
La actividad del día siguiente se caracterizó por la insistente disputa por el dominio del Mamayev Kurgan, montículo que dominaba todo el centro de la ciudad. Su valor estratégico lo convirtió en apetecible por ambos mandos; y, debido a la gran cantidad de proyectiles y bombas que recibió, la colina no viola nieve durante aquel invierno.
El bando soviético había perdido muchos hombres; pero algunos soldados aislados o en pequeños grupos continuaban la lucha, asumiendo así las palabras de Chuykov: «Todo alemán debe sentirse como si viviera bajo la amenaza del cañón de un arma rusa».
Pero los alemanes ya habían hecho caer Kuporosnoye, al sur de la ciudad, permitiéndoles una salida al Volga y el aislamiento del LXII Ejército soviético. Yeremenko, en su desesperación, lanzó un ataque el 19 de septiembre con el objetivo de abrirse camino a través de las defensas alemanas y de establecer contacto con el LXII Ejército, pero el ataque fue un fracaso.
Mientras se luchaba febrilmente en las ruinas de Stalingrado, Hitler en su Cuartel General empezó a destituir cargos alegando ineficiencia. Zeitzler pasó a dirigir el Alto Estado Mayor, pero Von Paulus estaba convencido de poder arrebatarle el cargo si lograba capturar Stalingrado.
Pero el Estado Mayor soviético había rectificado los planes: ahora se trataba de dejar aislados al VI Ejército y al IV Ejército Panzer alemanes, evitando una batalla de agotamiento, mientras se enviaban divisiones para reforzar el LXII Ejército soviético y otras al norte de la curva del Don.






El éxito del plan soviético dependía de la estimación de que el poder de los alemanes iba en descenso y que no debían disponer de fuerzas para hacer frente a la ofensiva y, además, de la eficacia del LXII y LXIV Ejércitos para mantener en la lucha a las fuerzas germanas en la zona de Stalingrado.
El 4 de octubre, Paulus lanzó su más fuerte ataque en la zona norte, ante la esperanza del ascenso y el miedo al invierno. Los avances y retrocesos en la batalla se medían por metros; la mayoría de los combates tenían lugar junto a los edificios en ruinas.
El día 6 de octubre fue un día tranquilo, lo que hizo pensar a Yeremenko en un posible debilitamiento alemán. Se planeó un contraataque para el día siguiente, que, con la inesperada ayuda de los Katyuska, desembocó en la destrucción de cuatro batallones alemanes.
Tras varios días de tregua, el 13 de octubre Paulus lanzó 5 divisiones
—dos de ellas Panzer— contra la fábrica de tractores y la fábrica «Barricadas». A lo largo de la jornada, la lucha fue confusa y, al caer la noche, los alemanes tenían prácticamente en sus manos la fábrica de tractores. En torno a sus muros yacían tres mil alemanes muertos, así como centenares de rusos.
En los últimos días, los rusos habían perdido muchos hombres, pero las pérdidas de los alemanes eran tan elevadas que la ofensiva de Paulus quedó paralizada por falta de soldados. No podía esperar refuerzos, y los soviéticos no habían agotado sus recursos. A pesar de las dificultades, hacia los últimos días de octubre Paulus ocupaba el 90 % de la ciudad, mientras el 10 % restante, en manos soviéticas, estaba bajo su fuego. Los hombres de Chuykov sólo ocupaban el Mamayev Kurgan, unos pocos edificios y un estrecho pasillo sobre la orilla del Volga. A pesar de su debilidad, los rusos lograron mantener sus posiciones, mientras los ataques alemanes eran, en los días sucesivos, cada vez más débiles.
El invierno estaba a punto de llegar y la guerra de agotamiento del verano había dejado a la Wehrmacht mal preparada para enfrentarse a él. Entre tanto, Zhukov ha elaborado un plan de contraataque se trata de concentrar sus carros, cañones y aviones contra las fuerzas rumanas situadas a ambos lados de los ejércitos VI y IV Panzer (en el Don y al oeste de los lagos situados al sur de Stalingrado). Las fuerzas en estos momentos estaban muy igualadas, tanto en hombres como en armamento.
Ya empezaban a caer las primeras nieves cuando la 22. División Panzer recibió órdenes de desplazarse. De sus 104 carros, 65 no se pudieron poner en marcha.







Chuykov también se encontró con un problema: el hielo del Volga. Debido al gran cauce del río y su situación meridional, a veces tarda meses en quedar completamente helado, y sólo cuando está helado del todo permite el tráfico rodado o a pie sobre las aguas solidificadas. Pero, en aquel momento, la gran masa de hielo se encontraba en movimiento hacia el sur, y Chuykov temía que Paulus lanzase otra ofensiva durante el periodo en que el LXII Ejercito Soviético no podría utilizar sus rutas de suministro y, por consiguiente, ya había dado ordenes para almacenar municiones, alimentos y ropa de abrigo.
A las 6.30 horas del 11 de noviembre, Von Paulus inició su último intento para capturar Stalingrado, utilizando para ello 7 divisiones. Las tropas de Chuykov opusieron resistencia y el aislado grupo Norte bajo el mando del coronel Gorokhov intentó aligerar la presión lanzando un contraataque que desde el puente del ferrocarril se dirigía hacia la fábrica de tractores.
Después de varias horas de sangrienta lucha cuerpo a cuerpo, Paulus lanzó al ataque a su reserva táctica para llegar hasta el Volga a la altura de la planta de «Octubre Rojo». Sin embargo, en esta ocasión el LXII Ejército soviético no sentía la tensión de los días anteriores, porque los rusos estaban convencidos de que se trataba del último intento de Paulus. Aunque la lucha seguía siendo dura, el apoyo de la Luftwaffe carecía de la fuerza que había tenido en octubre y el número de hombres se había reducido a un tercio.
Durante la tarde del día 12 de noviembre, el ataque alemán comenzó a desvanecerse. El LXII Ejército soviético inició un contraataque bloque por bloque, casa por casa. La lucha empezaba a cambiar de sentido.
La madrugada del 19 de noviembre se caracterizó por el inicio del ataque de Yeremenko hacia Kalach, ciudad situada al oeste de Stalingrado, junto al río Don. Las fases del ataque consistirían en dirigirse hacia la retaguardia del VI Ejército alemán y, después de abrir una brecha, lanzar una ofensiva contra Sovetsky, desde donde se alcanzaría Kalach. La finalidad de esta operación era formar el anillo envolvente en el que quedaría atrapado el grueso de las fuerzas alemanas. También se preparaba una ofensiva contra el sector norte, al mando de la cual figuraba el propio Zhukov. Las fuerzas alemanas tenían sospechas del golpe que se preparaba a lo largo del flanco norte, pero el ataque de Yeremenko al sur de Stalingrado les cogió completamente por sorpresa.
Los acontecimientos se desarrollaban con suma rapidez. El frente rumano se había derrumbado y las fuerzas soviéticas de choque se desplegaban a ambas orillas del Don. Además, la consecución de un sólido anillo de cerco requería salvar el obstáculo que representaban las heladas aguas superficiales del Volga que probablemente no soportarían el peso de los carros y de la artillería pesada. La única posibilidad era, pues, la toma del puente de Kalach antes de que los alemanes lo volasen. Y se consiguió el objetivo después de que el teniente coronel G. N. Filippov y su hombres partieran de madrugada hacia el puente haciéndose pasar por alemanes.





Al principio, las reacciones alemanas ante el estado de cerco fueron diversas, aunque todos se mostraron de acuerdo en defender la retaguardia del ejército. Paulus había recibido órdenes según las cuales debía mantenerse en Stalingrado, en las posiciones a lo largo del Volga, y preparando un eventual repliegue. Sin embargo, antes de pensar en una retirada, era preciso resolver los problemas que entrañaba la escasez de combustible, municiones y alimentos. Von Paulus solicitó suministros por aire y carta blanca para abandonar el frente norte y Stalingrado en caso de considerarlo conveniente. Hitler prometió ayuda y fue tajante en cuanto al segundo aspecto: no sólo no se iba a realizar ninguna retirada, sino que todas las unidades del VI Ejército que estuvieran en la parte oeste del Don debían replegarse hacia el interior de la bolsa. La orden de Hitler finalizaba así: “Es necesario mantener a cualquier precio los actuales frentes del Volga y del norte. Llegan suministros por aire”.
El mariscal de campo Erich von Manstein, el conquistador de Crimea, había sido elegido por el Führer para dirigir las operaciones en el sector norte del frente de Stalingrado. Cuando Manstein llegó a su destino, el panorama no podía ser peor; ya no disponía de fuerzas. Tras múltiples peticiones al Cuartel General del Alto Mando, empezaron a llegar refuerzos los primeros días de diciembre.
Mientras Manstein iniciaba una ofensiva por el sudoeste —donde las fuerzas de Yeremenko no eran tan compactas—, las tropas rusas se habían lanzado hacia el norte con el objetivo de eliminar al VIII Ejército italiano.
Después de la ofensiva de los frentes sudoeste y Voronezh, los alemanes sólo tenían una alternativa: el ataque en línea recta. La única forma de salvar la operación consistía en que el VI Ejército cayera sobre la retaguardia de las fuerzas soviéticas en el Myshkovo.

El día 12 de diciembre, el general Hoth realizó un intento final lanzando más de sesenta de sus carros contra un regimiento del IT Ejército de la Guardia. Después de luchar varias horas, los carros de Hoth tuvieron que reconocer la superioridad del enemigo y retirarse.
El frío era cada vez más intenso en Stalingrado, con lo que se le solucionaba el problema de los suministros a Chuykov debido a la solidificación de las aguas del Volga. Durante aquel mes de diciembre, unos 80.000 hombres sitiados habían muerto a causa del frío, las heridas, el hambre o las enfermedades; no obstante, el resto continuaba luchando.
El Alto Mando soviético fijó el 10 de enero de 1943 como fecha para el inicio del ataque que pretendía someter al ejército enemigo; sin embargo, se ofreció a los alemanes la posibilidad de capitular, ante la argumentación del fracaso militar, de los horrores que estaban pasando los soldados alemanes, y con la promesa de alimentos y tratamiento médico. Pero Paulus no estaba dispuesto a rendirse, con lo que la en la mañana del 10 de enero, Stalingrado tembló bajo el impacto de las bombas y los proyectiles. A pesar de la tenaz resistencia de los alemanes, no cabía esperar que pudieran rechazar la embestida soviética.







El día 21, el aeródromo de Gumrak, hasta entonces bajo control alemán, cae en manos soviéticas, acción que iniciará la fase final de la «operación anillo». El frente del Don había alcanzado el centro de Stalingrado el día 25, lo que significaba la división de las fuerzas de Paulus en dos grupos.
A pesar de las órdenes en sentido contrario, algunos comandantes alemanes habían comenzado a negociar la rendición individual de las unidades bajo su mando.

Manstein, al ser consciente de lo terrible de la situación, realizó un último intento desesperado de convencer al Führer en el sentido de que aceptase la rendición. Pero el comunicado enviado por Hitler a Paulus era tajante: «Se prohíbe la rendición. El VI Ejército mantendrá sus posiciones en tanto le quede un hombre y una bala, y con su heroico comportamiento realizarán una inolvidable aportación al establecimiento de un frente defensivo y a la salvación del mundo occidental».

El día antes de la rendición, Paulus enviaba un mensaje desesperado a Hitler: «Nos estamos descomponiendo. Preveo la caída definitiva para mañana o pasado mañana». La caída será "mañana" para Paulus: el 31 de enero se rendirá y será hecho prisionero. Algunos grupos resistieron hasta el 2 de febrero, fecha en que capitularán definitivamente todas las unidades supervivientes del ejército alemán.
Ante estas noticias, Hitler explota de ira. Pocas horas antes había nombrado a Friedrich Paulus mariscal de campo y ahora conoce su rendición. Primer mariscal de campo prisionero de los soviéticos. Tras una sarta de insultos para el comandante de la plaza fuerte de Stalingrado, el Führer afirma: «Reconstruiremos inmediatamente el VI Ejército». Y lo reconstruirá, pero no podrá resucitar a los 200.000 muertos de Stalingrado y a la fe enterrada con ellos.




El fin trágico de la campaña de Stalingrado fue recordado en Alemania a lo largo de tres jornadas de luto nacional, y las palabras de Paulus adquirieron carácter de epitafio: «El VI Ejército mantuvo fielmente y hasta el último momento su juramento a Alemania y, consciente en todo instante de la importancia y la excelsitud de su misión, defendió sus posiciones hasta el último hombre y hasta la última bala por el Führer y el suelo patrio».

Se desconoce la cifra exacta de bajas que sufrió el Eje en la campaña de Rusia, pero se calcula en un millón quinientos mil el número de muertos, heridos, desaparecidos o prisioneros. De los 330.000 soldados cercados en Stalingrado, sólo 90.000 salieron por su pie después de la rendición. De ellos, unos 50.000 murieron a causa de una epidemia de tifus; y, del resto, muchos fallecieron en las marchas hacia los campos de concentración, situados, la mayoría, en Asia Central. De aquellos 90.000 que se rindieron, sólo 5.000 regresaron a sus casas al finalizar la guerra.







Para la Wehrmacht la campaña fue la más desastrosa de la guerra y de la historia militar alemana. El Mariscal de Campo Milch, calculó que se habían perdido 488 aviones de transporte y 1.000 miembros de las tripulaciones durante el "puente aéreo", sin contar las pérdidas de bombardero y cazas durante toda la campaña. El VI Ejército y el 4. Ejército Panzer, habían sido destruidos. Desde el inicio de la Operación Urano, habían muerto unos 60.000 hombres y cerca de 130.000 habían sido capturados, sin contar las bajas antes de la Operación Urano, la destrucción de cuatro ejércitos aliados (rumanos e italianos), la derrota de la Operación Tormenta de Invierno y las inflingidas por la Operación Pequeño Saturno. En total, las tropas de eje perdieron medio millón de hombres.
El Ejército Rojo sufrió 1.100.000 bajas durante la batalla de Stalingrado de los que 485.751 fueron muertos. Las perdidas en material fueron inmensas e incalculables.







Declaración de F. Paulus a un comandante de la IV Luftflotte

«No podemos ni siquiera replegar nuestras posiciones, ya que los hombres caen agotados. Es el cuarto día que no han recibido nada para comer. Qué podré responder, yo, comandante del Ejército, si un soldado viene a mí para decirme: mi coronel-general, un trocito de pan, por favor? Ya nos hemos comido los últimos caballos. ¿Se habría podido imaginar usted a los soldados precipitándose sobre un viejo cadáver de caballo para cortarle la cabeza y devorar su cerebro crudo? ¿Cómo continuar combatiendo con soldados que no tienen siquiera ropas de invierno? ¿Quién ha sido el hombre que tomó la responsabilidad de declarar que era posible asegurar un reavituallamiento aéreo?

(FUENTE: Hitler, chef de guerre,
Gert Bucheit, Librairie Arthaud.)






Mensajes alemanes el 13-I-1.943

Mensaje del puesto de mando de F. Paulus

«La combatividad de las tropas decae rápidamente, vista la situación en cuanto a víveres, carburante y municiones. Tenemos 16.000 heridos que no reciben absolutamente ningún cuidado. Aparte de los que están en el frente del Volga, los soldados no tienen posiciones adecuadas, ni refugios, ni madera para calentarse. Una vez más, pido libertad de acción para continuar resistiendo mientras sea posible o para abandonar la actividad militar si es imposible proseguir, ya que los heridos no pueden ser cuidados y la desmoralización total no se puede evitar. »



Respuesta del Alto Mando alemán

«Ni siquiera mencione la capitulación. Los ejércitos cumplirán su misión histórica, a fin de facilitar al máximo, con su feroz resistencia, la creación de un nuevo frente en Rostov y la retirada del grupo de ejércitos del Cáucaso.»








Fuente
Gerard Preminger - La batalla de Stalingrado

http://grieska.blogcindario.com/2007/01/00004-stalingrado.html

viernes, 1 de febrero de 2013

Cita con la historia bélica

“Congelado, hambriento, enfrentándote a una muerte segura, tienes la oportunidad de enviar una última carta a casa. ¿A quién escribirías? ¿Qué dirías? ¿Qué pensamientos pasan por tu mente cuando sabes que vas a morir?”.

Últimas cartas desde Stalingrado.


Frente Oriental: Lucha por la batería ‘Maxim Gorki I’

Durante la conquista de Sebastopol, los alemanes tuvieron que hacer frente a una poderosa barrera defensiva al norte de la ciudad. La mayor de estas posiciones fue la batería Nº 30, o conocida por los alemanes como ‘Maxim Gorki I’.

La palabra gorki en ruso significa ‘amargo’, lo que se adapta bien a la personalidad del literato y revolucionario Alexei Maximovich Pechkov (1868-1936), quien había adoptado este pseudónimo.

Pero sobre todo esta palabra coincidiría con los acontecimientos que estaban a punto de suceder. ‘Maxim Gorki I’ fue el escenario de una lucha amarga y a la vez valerosa por parte de los defensores soviéticos. Esta es su historia.


A LA CONQUISTA DE SEBASTOPOL.

Es 12 de septiembre de 1941 y el sol está en su plenitud, los regimientos de la División de Infantería 73º ven acercarse un anticuado avión Fieseler Fi 156 Storch, y ya todos saben quien va adentro. Se trata indudablemente del General Eugen Ritter von Schobert, comandante del Onceavo Ejercito alemán, en una de sus visitas diarias hacia el frente.

Pero algo va mal, un espeso humo negro sale del motor de la aeronave. Las tropas se llenan de nerviosismo y se preguntan: ¿podrá llegar al aeródromo?

Es demasiado tarde, debe hacer un aterrizaje forzoso; pero aun algo peor sucede. El terreno ocupado por los alemanes es demasiado escarpado y la única área posible para descender es en “tierra de nadie”.

La aeronave toca tierra, rebota una y otra vez más sobre sus ruedas de goma, pero se estabiliza; lo único que resta es detenerse. Parece que los soviéticos no se percataron de este aterrizaje, nadie abre fuego. Sin duda un aterrizaje con suerte… o no?

La aeronave continúa en movimiento, hasta que de pronto se parte a la mitad envuelta en llamas. Los soldados alemanes que miraban fijamente el desenlace no podían creerlo. El General y su piloto habían muerto, pero cual fue el motivo?

El aterrizaje había sido realizado con mucha destreza por parte del piloto, el problema fue el lugar. Durante la retirada de los ejércitos soviéticos en el frente Sur, se había plantado una extensa red de minas antitanque para frenar el arrollador avance de las unidades Panzer. Sin duda una de estas minas fue la que destruyó el avión de von Schobert.

Veinte minutos después de este hecho, la noticia ya había llegado a oídos de Hitler. Tras una breve conferencia en la Wolfsschanze junto al Mariscal Keitel y el General Jodl, Hitler ya tenia en mente quién sería el sucesor del desafortunado General.

Por supuesto tendría que ser un comandante brillante, un genio militar que ya hubiera probado su valía en el campo de batalla, pero sobre todo que gozara de la confianza de Hitler.

El comandante elegido no era otro sino el General de Infantería Erich von Manstein, el principal genio del plan para derrotar a Francia. Asumiendo el mando del Onceavo Ejército el 17 de septiembre, ahora se dirigiría hacia Crimea para la conquista de Sebastopol.


MARINOS DEL MAR NEGRO, NI UN PASO ATRAS…

Von Manstein había llevado a sus tropas hacia las puertas de Sebastopol, ya que en un plazo de 12 días (18-30 de octubre de 1941) conquistó el 90 por ciento de toda la península de Crimea; ahora solo restaba capturar la fortaleza.

El avance fue lento, la barrera defensiva al norte de la ciudad había detenido muchos ataques alemanes. Un rol fundamental fue desempeñado por la batería ‘Maxim Gorki I’, la cual despidió incesante fuego contra las formaciones alemanas.

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La batería ‘Maxim Gorki I’, con sus dos torretas cada una equipada con un par de cañones de 305mm provocó enormes bajas en las formaciones alemanas.

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Otra de las torretas en plena apertura de fuego.


El 23 de diciembre se reportó lo siguiente al Comando de Comunicación soviética en Sebastopol:

“Una ronda de municiones de los cuatro cañones de la batería Nº 30 [Maxim Gorki I] aniquiló a un destacamento alemán compuesto de 17 hombres que habían alcanzado nuestra barrera defensiva interior, al norte del valle Belbek…”


Y el 25 del mismo mes:

“Seis municiones de la batería Nº 30 alcanzaron a una formación de infantería enemiga compuesta de alrededor de 30 hombres. Once de ellos murieron, y se tomaron prisioneros a ocho heridos.”


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Elaboración propia en base a Google Earth.
Ubicación de la batería con respecto a la ciudad y las formaciones alemanas. Diciembre 1941.


Todo el ataque había sido una carnicería, von Manstein oficialmente canceló el ataque sobre Sebastopol el 30 de diciembre, tal como relata en sus memorias:

“Para entonces, la fuerza de todas las unidades se había agotado, y el 30 de diciembre los Comandantes de las divisiones reportaron que no se debería albergar esperanzas de éxito en futuros intentos de ataque. Después de urgentes comunicados telefónicos a través de Grupo de Ejércitos Sur, finalmente se había convencido a Hitler. El Cuartel General del Onceavo Ejército recibió órdenes para detener el ataque.”


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Scan del libro “Blood and Iron” de C. G. Sweeting.
Erich von Manstein junto al Comandante del 28º Jäger Division, en una de sus, según Osprey, raras visitas al frente.


Ahora nos encontramos en mayo de 1942, y ya una nueva ofensiva sobre Sebastopol había sido proyectada para llevarse a cabo en los primeros días de junio.

El General von Manstein decidió realizar una visita al Cuartel General del XXX Cuerpo de Ejército (ubicado en el poblado de Foros, en el extremo sur de Crimea) para supervisar los preparativos de la batalla. Su único medio disponible era una anticuada lancha rápida italiana que, a pesar de todo, realizó un buen trabajo. De regreso hacia Yalta, donde Manstein había instalado su residencia temporal, sucedió una tragedia.

Mientras el General von Manstein estaba abstraído en una conversación con el Capitán von Wedel (Comandante portuario de Yalta), su embarcación fue atacada sorpresivamente por dos cazas soviéticos, cubiertos por el enceguecedor sol y silenciados por el ruidoso motor de la lancha. El ataque no había durado más de tres segundos, pero fue mortal.

El Capitán von Wedel, sentado al lado de Manstein, había recibido un disparo que le destrozó el pecho, muriendo instantáneamente; en esos tres segundos, siete de los dieciséis tripulante habían muerto. Pero una pérdida tocó personalmente a Manstein. El Sargento Fritz Nagel, chofer y compañero fiel de von Manstein desde 1938, había caído a los pies del General con una profunda herida en el muslo.

Manstein en persona llevó a Nagel al hospital militar de Yalta, pero fue muy tarde, había perdido mucha sangre y para el anochecer ya había dejado este mundo. Al día siguiente se organizó un hermoso entierro, cuya despedida final fueron las palabras de von Manstein:

"A través de los años compartimos la rutina diaria y los acontecimientos principales que nos convirtieron en amigos. Esta unión de amistad no puede ser separada ni por la bala cruel que te lastimó. Mi gratitud y afecto leal, los pensamientos de todos nosotros te acompañan más allá de la tumba… hacia la eternidad. Descansa en paz y adiós, mi mejor camarada".


Seguidamente un destacamento de guardia efectuó el disparo de varias rondas de salva con sus fusiles.

Pero al mismo tiempo que esto ocurría, al noroeste, a 50 kilómetros de este punto, otros disparos se efectuaron pero con un objetivo muy diferente. Se trataba de los cañonazos de revisión que efectuaban los ingenieros de artillería a cargo de los dos morteros gigantes Karl Gerät 040 de 600mm, denominados Thor y Odín. Así, los dioses escandinavos habían sido despertados.

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Alemania produjo siete de estos morteros gigantes Karl Gerät 040 de 600mm, dos se emplearon sobre Sebastopol. En la imagen aparece el denominado Thor.


La fecha indicada ya había llegado, era el 2 de junio de 1942, horas 0540. Manstein había planeado una apertura realmente decisiva para el ataque, no una usual de solo una o dos horas de fuego concentrado de la artillería y la Luftwaffe seguidos por una carga de infantería, sino un bombardeo de cinco días, a plena luz del día y durante la noche, las 24 horas.

El VIII Cuerpo Aéreo del General barón von Richthofen hizo volar 1.000, 1.500, e incluso 2.000 misiones al día, "Ataque continuo” fue el término de los expertos de la fuerza aérea para este tipo de bombardeo.

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Piloto alemán ubicando su objetivo de bombardeo en Sebastopol.

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Objetivo alcanzado.


La batería ‘Maxim Gorki I’, siendo el principal emplazamiento defensivo al norte de la ciudad y cubriendo el área por donde el principal ataque de la infantería alemana tomaría lugar, fue el primordial objetivo del ataque.

Los dos morteros Karl Gerät 040 fueron ubicados a unos tres kilómetros al norte de ‘Maxim Gorki I’, tenían como objetivo neutralizar a esta gran batería, por ello entraron en acción desde el primer minuto del ataque. Las tropas soviéticas que se encontraban en sus inmediaciones sufrieron las terribles consecuencias de las explosiones, incluso aquellos que se hallaban a cierta distancia del impacto de estas enormes municiones sufrían consecuencias físicas horribles, desde el estallido de los tímpanos hasta hemorragias internas.

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Mortero gigante Karl Gerät 040, en este caso Thor, haciendo apertura de fuego.


Pero a pesar del constante bombardeo de la artillería y la Luftwaffe, ninguna de las dos torretas de la batería fue alcanzada, por ello el 5 de mayo entró en acción la mayor arma construida durante la guerra.

Tal fue la fascinación por esta descomunal arma, que von Manstein y el dictador rumano Antonescu se reunieron temprano en la mañana para ver la apertura de fuego. Equipados con unos protectores de oído especiales, fueron testigos de la entrada en acción de esta proeza de la ingeniería moderna; pero fue solo eso, proeza de la ingeniería moderna, ya que ‘Dora’ o a veces llamada ‘Gran Gustav’ con sus 800mm de calibre, no era nada precisa; la munición más cercana que llegó hacia la batería ‘Maxim Gorki I’ impactó a una distancia de 50 metros.

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Scan del libro “Lost Victories” de Erich von Manstein.
Manstein y el dictador rumano Antonescu, siguiendo el acto protocolar.

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Scan del libro “Blood and Iron” de C. G. Sweeting.
Fotografía del cañón ‘Dora’ (o a veces llamada ‘Gran Gustav’) apenas acabada de ensamblar. Noten el descomunal contraste en tamaño con los soldados. Bakhchisaray (Crimea) junio de 1942.

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Scan del libro “Blood and Iron” de C. G. Sweeting.
Tansportada desde el Reich hacia el frente por medio de cinco trenes (en un total de sesenta vagones) y poseyendo su propio Estado Mayor y batería antiaérea, el cañón ‘Dora’ no fue más que un “elefante blanco”.

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Scan del libro “Blood and Iron” de C. G. Sweeting.
Munición de un cañón ‘Dora’ recuperada por los Estados Unidos. El “pequeño” que aparece al lado es el Coronel F.B. Porter, que con sus 1.82m de alto es eclipsado por el enorme proyectil.


Pero a pesar de tal imprecisión, esta generaba reacciones poco conocidas hasta la fecha, tal como cuenta un veterano soviético que se encontraba dentro de la batería por aquellas fechas:

“Cuando uno de estos monstruos impactaban en nuestra posición, aun encontrándonos a más de 10 metros bajo tierra, sentíamos la fuerza que ejercía, provocando bruscos cambios en la presión del aire y dolorosos zumbidos en los oídos…”


Finalmente a las 1700 horas del 6 de junio, la torreta Este fue alcanzada por una munición de Karl Gerät, poniendo uno de sus cañones fuera de servicio y el otro parcialmente averiado. Con este hecho se esperaba que el ataque de la infantería no tuviera demasiados problemas por el fuego despedido desde este recinto, bueno, tendrían que probar su suerte.

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Elaboración propia en base a Google Earth.
Principales posiciones de la artillería y fuerza aérea alemana dirigiendo su fuego contra ‘Maxim Gorki I’.

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Área alrededor de las torretas de la batería muestra el efecto del bombardeo.


A las 0350 horas del 7 de junio, se lanzó el esperado ataque de la infantería. En su camino encontraron los estragos del bombardeo de cinco días; las unidades tenían la sensación de estar en la superficie de la luna, se movían de cráter en cráter. Pero les sorprendió aun más el hecho de que muy pocas posiciones soviéticas hubieran sido destruidas.

Las líneas de trincheras aún estaban intactas, así como la red de minas antipersonales y antitanque; los fortines de concreto se mantenían en pié, y la extensa maraña de alambre de púas solo había sido cubierta por un poco de tierra. Las divisiones de asalto llegaron a la conclusión de que las defensas no solo no habían sido destruidas, sino que en comparación con el anterior año, estas habían sido reforzadas.

Durante los seis meses de “tregua” antes del segundo ataque alemán, el Capitán Georgy Alexander (Comandante de la batería) y el Comisario Superior Yermil Soloviev, llevaron adelante un exhaustivo plan para potenciar las defensas del sector circundante a ‘Maxim Gorki I’; la consigna era clara: Ni un paso atrás.

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Capitán Alexander (izquierda) y el Comisario Superior Soloviev en una distendida conversación al interior de la batería.

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Scan del libro “Sevastopol 1942” ed. Osprey.
Cartel soviético alentando a los defensores de Sebastopol.

Marinos del Mar Negro
¡Ni un paso atrás!
derrotemos a los fascistas
en Sebastopol.


La División de Infantería 132º tenía como objetivo descender desde el norte y noreste de la batería con dirección hacia la bahía Severnaya, pero en su camino tuvo que atravesar obstáculos inimaginables. Las unidades de reconocimiento no pudieron avanzar más de lo que el grueso de la división pudo hacerlo, la resistencia fue tenaz, la 95º División de Rifle soviética era la encargada de frenar el avance por este sector. Durante el primer y segundo día del ataque, los alemanes no pudieron ganar ni un solo centímetro dentro del perímetro defensivo de trincheras y fortines, y lo que era peor, siendo objeto de constantes contraataques soviéticos.

Finalmente, el 9 de junio la división alemana pudo avanzar unos cuantos cientos de metros, no sin grandes pérdidas, seguidos de los batallones de ingenieros, quienes empezaban a clarificar el campo de minas para que las unidades de artillería parcialmente motorizadas pudieran abrirse camino. El trabajo era lento y peligroso, ya que los soviéticos no solamente plantaban minas en un área en específico, sino que incluso lo hacían <entre sus propias líneas de defensores > tal como von Manstein relata en sus memorias.

Fue justo en este momento cuando los ingenieros hacían uso de sus detectores de minas, que un contraataque soviético fue lanzado. Hubo un tremendo caos, más que una retirada fue una desbandada, muchos de los soldados e ingenieros saltaron por los aires producto de las minas no retiradas. El contraataque soviético fue contenido, pero las bajas en ambos bandos fueron muy altas, lo que dio pasó a una “guerra de trincheras” con pequeñas escaramuzas.

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Scan del libro “Soldat. The german soldier on the Eastern Front (1)” ed. Concord.
Soldados alemanes atrincherados después de su imposible avance sobre la batería.


Tras un avance nocturno con un alto costo en bajas, la 132º División de Infantería alemana pudo abrirse camino hasta el perímetro de la batería durante las primeras horas del 11 de junio. Pero inmediatamente fueron avistados por observadores soviéticos quienes reportaron su posición exacta; algunas armas de artillería que aún mantenían el valle Belbek, así como la batería ‘Maxim Gorki I’, abrieron fuego contra la diezmada unidad alemana.

Había sido suficiente, el regimiento 437 de la División 132º ya no podía más, por ello tuvo que ser retirado de la batalla para poder reforzarlo. Su lugar en el ataque fue ocupado por el Regimiento de Infantería 213º (solo dos batallones presentes) que, a pesar de pertenecer a la división 73, ahora se encontraba adscrita a la exhausta división 132º.

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Scan del libro “Sevastopol 1942” ed. Osprey.
Coronel Otto Hitzfeld, comandante del Regimiento de Infantería 213º.


Pero la situación no fue mucho mejor con la llegada de este regimiento; lanzando un ataque tras otro el resultado era el mismo: un fracaso tras otro.

Era todo, la paciencia de Hitler había llegado a su fin. Argumentando, y con justificación, que en nueve días de lucha en este sector solo se había avanzado dos kilómetros, presionó a Manstein para que lanzara un poderoso ataque en todos los frentes alrededor de Sebastopol a las 0500 horas del 17 de junio.

El sol ya se podía vislumbrar en el horizonte y todo apuntaba a que sería otro caluroso día. La artillería y la Luftwaffe precedieron a las unidades de ataque con un concentrado fuego; los sobrevivientes de la 95º División de Rifle soviética, conocedores de que un gran ataque era precedido por esta acción, comenzaron a replegarse al Este, hacia la localidad de Lyubimovka, permaneciendo en el sector defensivo hacia la batería solo un reducido número de desafortunados hombres.

El avance del regimiento 213º fue relativamente rápido, para las 1020 horas ya habían alcanzado ‘Bastión’, distante a 600 metros al este de las torretas. Pero cuando todo parecía controlado, fueron objeto de un desesperado contraataque soviético, el cual fue rápidamente contenido; los soldados soviéticos que sobrevivieron se replegaron al interior de la batería.

‘Maxim Gorky I’ no era solamente un emplazamiento de cañones, su recinto interior estaba constituido por dos niveles de 130 metros de largo y 50 de ancho, con un sin fin de estancias, entre las cuales se hallaban una cantina, cocinas, comedores, dormitorios, baños, talleres, almacenes de munición, etc. Cada cuarto y cada corredor estaba protegidos por puertas de acero dobles, que se cerraban herméticamente. Todo este complejo estaba conectado hacia el Este con su Centro de Observación y Control de Fuego mediante un corredor interior de 600 metros, este centro fue conocido por los alemanes como ‘Bastión’ al creer que era un punto de defensa independiente.

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Elaboración propia en base a Google Earth.
Ruta de ataque del Reg. Inf. 213º sobre ‘Maxim Gorki I’.

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Vista aérea del complejo de la batería pocos días después de acabada la lucha por este sector.

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Captura de Google Earth.
Misma vista en la actualidad, casi al milímetro.


Mientras la infantería mantenía el control del sector, los ingenieros de asalto del Pionier-Bataillon 132, junto con la primera compañía del Pionier-Bataillon 173, procedieron a detonar de forma sistemática los búnkeres de concreto y otras fortificaciones a los alrededores de ‘Bastión’. Pero un hecho fuera de lo común impactó profundamente a estos hombres.

Un fortín que había recibido un tiro directo fue el lugar de una tenaz resistencia por parte de diez sobrevivientes que “combatieron como demonios” al verse totalmente aislados de su unidad. Siendo concientes de que el ingreso a esta fortificación sería el punto por el cual los ingenieros de asalto arrojarían cargas de demolición o granadas, apilaron los cadáveres de sus camaradas caídos como sacos de arena para obstruir este acceso.

"¡Lanzallamas adelante!" gritó un oficial alemán.

Entonces un destacamento de estos ingenieros especializados dirigieron sus flamas contra la horrible barricada. Algunos soldados alemanes vomitaron por la terrible imagen y olor de los cuerpos calcinándose bajo un sol abrasador. No fue hasta la tarde que cuatro rusos, temblando y completamente acabados, emergieron de la chamuscada barricada. Se entregaron después de que su comisario político se había pegado un tiro en la cabeza.

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Scan del libro “Hitler`s defeat on the Eastern Front” de Ian Baxter.
Ingenieros de asalto alemanes haciendo uso de esta terrible arma, cubiertos por un soldado de infantería, durante su avance sobre ‘Maxim Gorki I’.

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Scan del libro “Blood and Iron” de C. G. Sweeting.
Un ingeniero de asalto (el que se halla al frente) se mueve velozmente para colocar una carga de demolición sobre una posición cercana a ‘Bastión’.

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Un fortín de ‘Bastión’ en manos alemanas.

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Vista parcial de ‘Bastión’ en la actualidad, poco apreciable debido a la maleza.

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Otras posiciones que aun quedan en pié demuestran que ‘Bastión’ era un verdadero complejo.


Concientes de que un precipitado ataque sobre las torretas de ‘Maxim Gorki I’ sería una carnicería, las unidades alemanas en este sector no tuvieron otra opción que esperar nuevas órdenes, soportando el terrible olor del campo de batalla debido a incontables cuerpos acumulados durante dos semanas de ataque, sobre los cuales grandes nubes de moscas zumbaban incesantemente.

Para las 1600 horas ya se había tomado una decisión, el ataque sobre las torretas de la batería sería llevado a cabo solamente por el batallón de ingenieros. Por ello se envió una escuadra de Stukas para que allanara el camino hacia las torretas, dando como resultado, a las 1630 horas, la destrucción de la intacta torreta Oeste.

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Ataque aéreo sobre las torretas de la batería.

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Vista aérea de la torreta Oeste, a su alrededor se puede observar, aunque someramente, los cráteres producto del bombardeo.

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Toma aérea de la torreta Este vista desde el interior de la carlinga de la aeronave, con seguridad después de finalizada la lucha.


El punto de partida de los ingenieros de asalto fue a 400 metros al este de las torretas. Arrastrándose desde un cráter de bomba a otro, un equipo de seis hombres al mando del Teniente Bacherl estuvieron lo suficientemente cerca de la torreta Este como para lanzar cargas de demolición y granadas de mano a través de los huecos en la cúpula acorazada, eliminando a algunos defensores y conduciendo a otros más profundo aun. Con otra carga pusieron fuera de acción al último cañón operable de la batería.

Los cuatro cañones de 305 mm. de la batería "Maxim Gorki I", que desde el 2 de junio habían disparado 700 proyectiles, ahora habían sido totalmente silencios.

Las pérdidas alemanas aquel 17 de junio fueron muy altas, solamente los ingenieros de asalto, que en los papeles tendrían que desempeñar una labor casi secundaria, habían tenido siete hombres asesinados y 47 heridos durante su avance hacia la batería. Un ataque precipitado al interior de las torretas sería un suicidio, por ello no tuvieron otra cosa que hacer más que descansar y prepararse para el siguiente día de lucha, después de todo, el destino de ‘Maxim Gorki I’ estaba sellado.

Ahora tomemos nosotros también un pequeño descanso para conocer un poco sobre la composición y poder de fuego del batallón de ingenieros (Pionier-Bataillon) que atacaría la batería.

Von Manstein asignó dos pionier-bataillon a cada una de sus divisiones. La División 132º, que atacaba por el sector de ‘Maxim Gorki I’, tenía bajo su mando al Pionier-Bataillon 132 y 173, es así que para poner fin a los defensores de la batería, asignó a todo el batallón de ingenieros 132 y a la primera compañía del 173.

Cada Pionier-Bataillon en Sebastopol estaba compuesto por un promedio de 386 hombres, equipados con 10 a 12 lanzallamas, 28 a 30 detectores de minas, 3,000 kilogramos de explosivos de alto poder (incluyendo 6 a 8 cargas de 50 kilogramos de peso cada uno, y 16 de 12,5 Kg.), 2,200 granadas de mano y 500 de humo. Además tenían la orden expresa de solicitar a las unidades de aprovisionamiento, la dotación de material inflamable para usarlas contra instalaciones subterráneas.

Las unidades de ingenieros también procuraban estar en mejor condición que sus contrapartes de la infantería, alineando de dos a tres oficiales y de seis a ocho suboficiales por compañía, contra solo un oficial y tres suboficiales en la mayoría de las compañías de infantería luchando en Sebastopol.

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Scan del libro “Sevastopol 1942” ed. Osprey.
Un ingeniero de asalto se abre paso a través de la extensa red de alambre de púas que protegía a ‘Maxim Gorki I’.


Un hermoso día amaneció, parecía ser la fecha en que toda resistencia acabaría, aquí, desde el emplazamiento que había acabado con las vidas de tantos alemanes.

A las 0630 horas, un traductor ruso se acercó a la torreta Este y, a través de un boquete en la cúpula producto de la carga explosiva detonada el día anterior, pidió la rendición de toda la guarnición en el interior de la batería, exhortación que fue respondida con disparos de fusil e injurias por traidor.

Ahora estaba claro, el comandante del Pionier-bataillon 132º había llegado a la conclusión de que solo conseguirían poner fin a la guarnición ya fuese asfixiándolos o quemándolos.

Unos minutos más tarde se dio la orden para que un destacamento de ingenieros trajera varios barriles llenos de gasolina, 300 litros en total, quienes luego procedieron a verterlos por la torreta Este; el objetivo era uno solo: incinerar hasta el último hombre en este recinto.

Un ingeniero se acercó hacia la torreta llevando una cargada pistola de bengala en la mano, disparó y corrió de regreso para cubrirse. Inmediatamente el fuego empezó a consumir el recinto, y un minuto después se oyó una poderosa explosión en el interior de la batería, probablemente debido al estallido de los recintos que funcionaban como polvorines. Una espesa humareda negra se levantó a través de la torreta, lo que se asemejaba a un volcán a punto de hacer erupción.

Un par de horas después, dos rusos completamente cubiertos de hollín y con graves quemaduras, emergieron por una de las aberturas de la cúpula para poder entregarse. Bajo interrogación dijeron que gran parte de la guarnición quería rendirse, pero fueron prohibidos de hacerlo a punta de pistola por los oficiales y comisarios políticos.

Seguros de que los sobrevivientes de la guarnición se habían replegado hacia la torreta Oeste, empezaron a traer otros barriles de combustible para poder utilizarlos contra este recinto. En vez de verter el líquido al interior de la torreta, los ingenieros alemanes bajaron los barriles llenos de combustible a través de un hoyo producto del bombardeo, y la encendieron con cargas de demolición que también habían sido bajadas. El resultado no fue satisfactorio, ya que las llamas no se filtraron lo suficientemente profundo como para alcanzar los recintos más bajos; después de un par de horas, el fuego se consumió.

Ya empezaba a oscurecer, por ello los alemanes pararon las acciones de este día.

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Torreta Oeste ardiendo en el interior. Una de las fotografías de ‘Maxim Gorki I’ más conocidas, que sin embargo es posada.

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Misma torreta vista desde otro ángulo.


A las 0900 horas del 19 de junio, los ingenieros descendieron 500 kilogramos de explosivos a seis metros por debajo de la torreta Este. Su detonación arrojó el techo blindado a diez metros de distancia y levantó uno de los cañones a 45 grados. Poco después, siete soldados soviéticos salieron para rendirse, ya no podían más.

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Torreta Este con uno de sus cañones a 45 grados.

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El techo blindado de la torreta Este fue arrojado a diez metros de distancia.


Un par de horas más tarde, un caucasiano que hablaba un poco alemán, emergió y ofreció la rendición de una parte de la guarnición. Después de un acuerdo, o más bien promesa, de que no serían fusilados, 117 soldados soviéticos, entre ellos dos tenientes, emergieron todos totalmente ennegrecidos, algunos con graves quemaduras y completamente sordos. Según varios soviéticos, unas 150 personas permanecían en el interior, entre ellos el comandante de la batería Capitán Alexander, varios oficiales, seis enfermeras y un niño, la mitad de ellos heridos o agonizando.

De acuerdo con varios prisioneros, el combustible vertido por las torretas había encendido todo objeto inflamable y la carga explosiva descendida había matado a muchos hombres y dejado sordos a varios. Pero a pesar de todo, la corriente eléctrica en el interior seguía funcionando perfectamente, así como la línea telefónica que, mediante su tendido subterráneo, permitía una constante interacción con el Comando de Comunicación soviética en Sebastopol.

Al día siguiente, los alemanes continuaron con sus esfuerzos para eliminar a los restantes defensores soviéticos. Para el medio día los ingenieros habían acumulado explosivos, 230 Kg. en cada torreta, y mientras se preparaban para bajarlas, los soviéticos generaron una "contra-explosión" desde lo profundo de la torreta Este, lo cual encendió aquella carga explosiva en la superficie. Un oficial y dos soldados de ingeniería alemanes resultaron muertos.

Los 230 Kg. de explosivos en la torreta Oeste se encendieron según lo previsto, lo que provocó una gran explosión y mucho humo.

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Ingenieros tratan de cubrirse tras haber accionado las cargas explosivas en la torreta Oeste.


A las 1800 horas, unos violentos golpes se oyeron desde la torreta Este, una oferta de rendición por parte de un soldado soviético fue contestada con disparos. Ahora no habría perdón para nadie.

Durante las horas siguientes, los alemanes oyeron los lamentos y sollozos de este hombre, quien ya no podía resistir este infierno.

En la madrugada del 21 de junio, dos soviéticos (seguramente uno de ellos siendo quien intentó salir con anterioridad) completamente ennegrecidos habían emergido desde la torreta Este, provocando zozobra entre los alemanes que aún dormían. Declararon que los pisos superiores de la batería todavía estaban ardiendo, y que unos 100 soldados, incluyendo a los oficiales, las mujeres y el niño, habían ardido o se sofocaron hasta morir. Argumentaron que desearon rendirse antes, pero se lo habían impedido disparos desde el interior y también del exterior de la torreta.

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En la imagen, un soldado soviético deja el infierno de ‘Maxim Gorki I’ para pasar al destino incierto de los campos de prisioneros.


El fuego y humo seguía emanando por la batería durante todo el 22 de junio. Esa noche, el Pionier-Bataillon 132 y 173 entregaron la asediada batería a la 3ª compañía del Pionier-Bataillon 24, quienes siguieron con la operación para limpiar el interior de la instalación.

Periódicamente vertían más combustible por las torretas, pero muy pocos se rendían, todos ellos confirmando que existían más personas en el interior.

Finalmente el 25 de junio se detonaron 500 Kg. de explosivos en ambas torretas, provocando enorme daño en el interior. Los pocos soviéticos que aún resistían estaban en constante comunicación con el centro de operaciones del Vicealmirante Filip Oktyabrsky, enviando un informe cada treinta minutos. Ahora se habían auto aislado en el interior, guarneciéndose en los recintos sellados por puertas de acero doble, fabricadas especialmente para hacer frente a ataques químicos.

Un par de horas más tarde, el Capitán Alexander decidió intentar salir de la batería por medio del túnel que conectaba este recinto con ‘Bastión’. Eventualmente tuvo éxito en salir de la instalación a través de la poterna que se hallaba a la mitad de la longitud del túnel.

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Tunel de 600 metros que conecta a las torretas con ‘Bastión’. Por este recinto, hace 70 años, el Capitán Alexander trató de escapar del cautiverio alemán.

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Poterna lateral por donde salió el Capitán Alexander.

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La misma poterna ahora con fuerte presencia alemana.


Pero su suerte no duró mucho, a primeras horas del 26 de junio fue capturado en cercanías de la costa, al parecer intentó encontrar una embarcación para poder ser evacuado. Es en este punto que la historia sobre el destino del Capitán Alexander se pierde entre versiones opuestas una de la otra.

La versión oficial alemana dice lo siguiente:

“El 26 de junio [de 1942] el comandante de la batería, el Capitán Georgy Alexander, fue capturado vistiendo ropa civil y ocultando armas debajo ella. Después de una interrogación, fue fusilado de acuerdo a ley.”


Y von Manstein en su libro Lost Victories afirma que:

“La guarnición del fuerte, que tenía varias plantas de profundidad, no se rindió hasta que nuestros ingenieros "volaron" su camino a través de las torretas y los niveles más bajos. En el transcurso de un intento de huida, el Comisario al mando fue asesinado, después de lo cual sus hombres se rindieron con el nombre de Cristo temblando entre sus labios...”


Y en contraparte la versión soviética apunta lo siguiente:

“[El Capitán Georgy Alexander] se abrió camino por entre las líneas alemanas, alcanzando el poblado de Verkhnesadovoye; pero fue traicionado ante los alemanes por un crimeo-tártaro, siendo mantenido en cautividad en Simferopol hasta 1944, fecha en que los alemanes lo ejecutaron debido a que nuestro Ejército Rojo estaba reconquistando la península de Crimea...”


Seguramente la verdad se encuentra distante de todas estas versiones.

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Capitán Georgy Alexander al mando de la batería ‘Maxim Gorki I’.

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Ahora su imagen cuelga en las paredes del interior de la actual batería, para que nadie olvide su coraje.


El final de la resistencia en la batería se sucedió tras la captura del Capitán Alexander, ya que los alemanes estaban seguros de que todos los comandantes habían huido. Por ello se lanzó el ataque final sobre el interior de la instalación; dicho ataque estuvo a cargo de los ingenieros de asalto, quienes alcanzaron el nivel más bajo, donde los pocos sobrevivientes se hallaban guarnecidos en galerías cerradas con puertas de metal doble.

Los ingenieros procedieron a detonar cada puerta individualmente; apegándose contra las paredes, esperaban a que las puertas de acero explotaran para luego arrojar granadas de mano a través del humo, y cuando este se disipaba, corroboraban si alguien quedaba con vida, entonces se dirigían a la siguiente puerta.

Los corredores estaban regados con soviéticos muertos; se asemejaban a seres de otro mundo, era una imagen surrealista, ya que todos ellos llevaban puestas sus máscaras de gas. El humo, como también el olor de los cuerpos en descomposición habían hecho esto necesario.

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Uno de los corredores de la actual batería; imaginen este mismo recinto regado de innumerables cuerpos, lúgubre imagen de una cruel guerra.

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Puertas de acero dobles, las cuales fueron detonadas una por una para así llegar a los últimos defensores.


En el siguiente corredor los alemanes repentinamente se vieron bajo fuego de ametralladora, en respuesta, granadas de mano fueron arrojadas. Entonces otra puerta de acero estalló, y así el salvaje juego empezó de nuevo.

Minuto tras minuto era una eternidad. La pelea en la batería "Maxim Gorki I" fue seguida de cerca desde Sebastopol; el oficial de radio, Teniente Kuznetsov, estaba sentado junto a su aparato receptor en el cuarto de comunicaciones, oyendo... solo oyendo.

Cada treinta minutos un informe salía desde ‘Maxim Gorki I’ (recordemos que los soviéticos la conocían como batería Nº 30) informando sobre su situación. La orden del Vicealmirante Oktyabrsky hacia todos los comandantes y comisarios había sido: "Resistencia hasta el último hombre".

De pronto se oyó otra señal de "Maxim Gorki I"; Kuznetsov escuchó y la tomó:

"Hay cuarenta y seis de nosotros aún. Los alemanes están volando nuestras puertas de metal y pidiéndonos que nos rindamos. Hemos abierto la escotilla dos veces solo para dispararles. Ahora esto ya no es posible.”


Treinta minutos más tarde vino la última señal, después de ello… nada.

No se sabe quien fue el último hombre en resistir dentro de la batería, lo que está claro es que dieron todo, incluso sus vidas.

Tras el final de la guerra, la batería fue reconstruida en su posición original. Cada torreta fue equipada con tres cañones de 305mm, viéndose aún más poderosa que antes. Luego de la desintegración de la Unión Soviética, este recinto continuó bajo administración rusa, siendo una de sus pocas instalaciones militares en territorio extranjero.

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Una de las torretas de ‘Maxim Gorki I’ en 1942.

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‘Maxim Gorki I’ en la actualidad.


Hoy en día, los visitantes pueden ingresar al interior de la batería con un permiso especial del comandante de la instalación, ya que continúa siendo un recinto militar. Un pequeño museo se ha establecido en el bloque principal para conmemorar la historia de la batería y el asedio de Sebastopol en 1941-42.

Con sus cinco metros de ancho y nueve de largo, este recinto no compite con los enormes museos de la Gran Guerra Patria, pero si uno lo visita jamás lo olvidará, ya que una grabación constantemente recuerda lo que se vivió allí. Se trata del audio correspondiente al último mensaje enviado desde ente recinto, que afortunadamente fue grabado por el Comando de Comunicación soviética en Sebastopol:

[Interferencia continua en el audio]
“Hay veintidós de nosotros aun.
Ningún otro mensaje será enviado en el futuro… Adiós”.



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Infante de marina ruso haciendo guardia al exterior de ‘Maxim Gorki I’, heredero del heroico legado de sus antepasados.

Encontré algunos pasajes sobre la toma de la batería ‘Maxim Gorki I’ en el noticiario alemán Die Deutsche Wochenschau 616 y 618.
 
Este video muestra una vista aérea de la batería después de finalizada la batalla:
Y en este último se puede apreciar a von Manstein visitando la batería, detrás de él se puede distinguir a la torreta este con uno de sus inconfundibles cañones a 45 grados:

Fuentes:
Blog Der Zweite Weltkrieg: http://www.zweiterweltkrieg.org/phpBB2/viewtopic.php?f=23&t=8348

“After the Battle. Nº 112”.
“Sevastopol 1942” ed. Osprey.
“Hitler Moves East 1941-1943” de Paul Carell.
“Blood and Iron” de C. G. Sweeting.
“Lost Victories” de Erich von Manstein.