lunes, 14 de enero de 2013

CIta con la historia bélica

"Libremos a Roma de este pobre viejo que tanto le causa miedo".

Aníbal, (Cartago 247 a.C-183 a.C.).


Es el más importante general cartaginés. Era hijo de Almílcar Barca, a los nueve años su padre le hizo jurar odio eterno contra los romanos y, sin duda, cumplió su juramento. 

Después de llegar casi a las puertas de Roma y tras la victoria de Cannas –frase anterior- se retiró a Capua en espera de refuerzos, aunque algunos historiadores afirman que el verdadero motivo fueron los placeres que encontró en esta ciudad. La verdad es que escribió gran número de misivas al Senado cartaginés solicitando refuerzos y que éste respondió: "si no atacas Roma por miedo de perder, no necesitas refuerzos, y si vas a ganar: tampoco”. Finalmente, Cartago le envió un ejército de ayuda al mando de su hermano Almílcar, ejercito que fue vencido al poco de entrar en Italia y su hermano muerto. Ante estas nefastas noticias, Anibal perdió toda esperanza de apoyo y se decidió negociar con Roma una salida digna. Frustrada toda esperanza de diálogo, no tuvo más salida que plantar batalla, y en Zama fue derrotado por Escipión. 

Después de 35 años fuera de su país, Aníbal regresó a Cartago y nombrado magistrado. Organizó la hacienda, la vida pública y llevó a cabo algunas alianzas con reinos de Asia Menor. Temerosos los romanos de su nueva influencia, Roma solicito la entrega de Aníbal como rehén. Temeroso, huyó de Cartago y se refugió en la corte de Antíoco III (Siria). 

Se cuenta que una noche este rey reunió a cena, a Escipión y Aníbal, y dirigiéndose a éste último preguntó que según su criterio quienes habían sido los mejores generales de la historia: 
Aníbal: El primero Alejandro Magno, el segundo Pirro y el tercero, yo. 
Escipión exclamó: Eso sería si yo no te hubiera vencido. 
Aníbal: Si no me hubieras vencido, yo sería el primero. 

Consciente de que Roma no olvidaba, se refugió en Bitinia y poco después, cercano a los 90 años se suicido ingiriendo el veneno oculto en la caña de su bastón. Antes de morir cuentan que exclamó: “Libremos a Roma de este pobre viejo que tanto le causa miedo”.