La misión de bombardeo contra una fábrica de municiones alemana había sido un éxito, pero los intentos del piloto Charlie Brown para poder regresar a casa parecían condenados al fracaso.
Su bombardero B-17F había sido atacado por no menos de 15 aviones – dejando uno de sus tripulantes muerto y otros seis heridos; El Teniente 2º Brown quedó inconsciente pero recuperó el conocimiento justo a tiempo, cuando su avión comenzaba a entrar peligrosamente en picada.
Pero mientras trataba de regresar de la incursión en Bremen a la seguridad del territorio aliado después de la misión, el 20 de diciembre de 1943, el peligro no había terminado.
Brown pronto tuvo otra preocupación: un avión alemán volaba paralelo al suyo – tan cerca que el piloto estaba mirándolo directamente a los ojos y haciendo grandes gestos con sus manos, lo que sólo le causó más miedo a Brown.
El momento fue fugaz sin embargo, cuando el alemán saludó rápidamente al avión estadounidense – llamado ‘Ye Olde Pub’ – antes de alejarse, en momentos que uno de los tripulantes de Brown iba hacia la torreta superior para atacar a su enemigo.
Los bombarderos habían comenzado su ronda de 10 minutos de bombardeo a 27.300 pies bajo el fuego de cañones antiaéreos.
Incluso antes de haber lanzado su carga el B-17 de Brown recibió impactos que destrozaron la carlinga de plexiglás, el motor número dos se detuvo, estaba dañado el número cuatro y habían daños en los controles del avión. Estos desperfectos forzaron Brown a abandonar la formación de su escuadrilla.
Casi inmediatamente, el solitario B-17, se encontró bajo una serie de ataques de 12 a 15 aviones Bf-109 y FW-190.
En el asalto de diez minutos el motor número tres recibió impactos y los sistemas de oxígeno, hidráulicos y eléctricos fueron dañados.
Para completar el negro panorama los controles del avión apenas respondían.
Las 11 armas defensivas del bombardero se redujeron por el frío extremo a sólo los dos cañones de la torreta superior y una ametralladora de la nariz.
El artillero de cola estaba muerto y todos menos uno de los tripulantes en la parte trasera estaban incapacitados por heridas o por exposición al aire gélido.
El Teniente Brown tenía un fragmento de bala en su hombro derecho.
Este era el estado en que Stigler encontró al bombardero, provocando su notable acto de misericordia.
El New York Post detalla los intentos de Brown en los subsiguiente 40-años para saber por qué ese piloto alemán decidió ir en contra de las órdenes y no derribar al bombardero – lo que le permitió regresar y aterrizar el maltratado avión y pasar a vivir una vida plena y feliz después de la guerra.
El piloto alemán en cuestión fue Franz Stigler, un as de 26 años de edad que tenía 22 victorias en su haber – y que necesitaba sólo una más, para ser condecorado con la Cruz de Caballero.
Pero ese día, mientras su Messerschmitt Bf-109 se acercaba al avión estadounidense sintió que algo estaba mal – el avión enemigo no estaba atacándolo; de hecho, incluso sin que Brown lo supiera, su bombardero había perdido su compartimiento de la ametralladora de cola y una de las alas estaba gravemente dañada.
Cuando Stigler se acercó más, vio al artillero de cola cubierto en sangre y la parte exterior del avión había desaparecido. Y vio a los heridos, los aterrorizados estadounidenses dentro, tratando de ayudar a otros atendiendo a sus heridas.
Fue entonces cuando recordó las palabras de su comandante Teniente Gustav Roedel. ‘El honor lo es todo aquí’, le había dicho al joven Stigler antes de su primera misión.
Su superior agregó: ‘si alguna vez veo o escucho que usted atacó a un hombre lanzado en paracaídas, yo mismo le dispararé’.
‘Usted seguirá las reglas de la guerra por usted mismo – no por su enemigo. Hay que combatir bajo reglas para mantener la humanidad.’ Su brújula moral era más poderosa que su necesidad de gloria.
‘Para mí hubiera sido lo mismo que dispararle a un paracaídas, no podía hacerlo’, dijo más tarde Stigler.
Terminó escoltando al bombardero durante varias millas hacia afuera sobre el mar del Norte. Pero temía que si era visto volar tan cerca del enemigo sin atacarlo, él podría ser acusado – y sin duda sería culpable de traición.
Y cuando vio un emplazamiento alemán de artillería antiaérea a la vista, se dio cuenta de que tenía que tomar una decisión. En ese momento, el artillero estadounidense se preparaba para apuntar una ametralladora contra él.
Stigler tomó su decisión, saludó a su enemigo, movió los brazos indicándole que vuelen lejos de territorio alemán y se alejó.
El maltrecho B-17 logró cruzar las 250 millas del mar del Norte y aterrizó en el campo de Seething en Norfolk.
Tan pronto como aterrizó, Brown le contó a su comandante en jefe sobre el encuentro con el piloto alemán, pero le indicaron no decirle nada a nadie por temor a difundir historias positivas sobre enemigo alemán.
En 1987, más de 40 años después del incidente, Brown – quien todavía seguía traumatizado por los acontecimientos de ese día fatídico – comenzó a buscar al hombre que le salvó la vida a pesar de que no tener idea si su salvador estaba vivo, y mucho menos donde vivía el hombre en cuestión.
Brown pagó un anuncio en un boletín dedicado a pilotos de caza, diciendo sólo que estaba buscando al hombre ‘que salvó mi vida el 20 de diciembre de 1943′.
Stigler vio el anuncio en su casa en Vancouver, Canadá – donde se había residenciado después de la guerra – y los dos hombres se pusieron en contacto.
Es como conocer a un miembro de la familia, como a un hermano que no has visto en 40 años, dijo Brown en la primera reunión de los dos pilotos.
Stigler reveló cómo él había estado tratando de escoltarlo y que se retiró cuando temía que podía ser atacado. Le dijo a Brown que le hizo gestos con la mano en un intento de decirle que volara a Suecia.
Su historia, narrada en el libro ‘A Higher Call’, terminó en 2008, cuando los dos hombres murieron en un lapso de seis meses, Stigler a la edad de 92 años y Brown a los 87.
En sus obituarios, se recuerda que cada uno menciona al otro como su ‘especial hermano’.
Fuente: Blog de Exordio – La Segunda Guerra Mundial